Sin justificación, Dalai Lama

Ana Changuín Vélez

No se trata de una confusión; tampoco de imágenes manipuladas. Efectivamente, existe un video donde el líder religioso tibetano Dalai Lama, besó en los labios a un niño y le pidió, literalmente, que le chupe la lengua frente a toda una audiencia.

Resulta imposible negar la perturbadora situación, la evidente incomodidad del menor ante la autoridad tibetana, y el ambiente exacerbado por denuncias de pederastia por parte de miembros de diferentes grupos religiosos en el mundo entero.

Si bien la escena ha recibido fuertes cuestionamientos, también hay quienes intentan explicar el grosero acto argumentando un error de manejo del Dalai Lama e invocando su trayectoria de bondad y enseñanzas.

Pero, hay un argumento que llama mi atención, y es la invocación a las diferencias entre Occidente y Oriente y el llamado a comprender la situación bajo el cristal del relativismo cultural. Una corriente que postula que cada cultura debe entenderse dentro de sus propios términos y la imposibilidad de establecer un punto de vista único en su interpretación. En otras palabras, hay quienes afirman que desde la mentalidad y la pureza del alma del Dalai Lama, abusar del niño, como lo ha hecho, puede ser visto como un gesto lúdico e inocente.

La Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993 determinó que todos los Estados tenían el deber, independientemente de sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas. Los niños y adolescentes tienen derecho a que se proteja su vida y se respete su intimidad, a disfrutar de un ambiente sano, a no sufrir humillaciones ni abusos de ningún tipo, a que se respete su honor y se proteja su imagen. Por eso, los Estados se han comprometido a atender al interés superior del niño ante cualquier circunstancia.

Por otro lado, debemos reconocer que algunas prácticas religiosas comprometen seriamente el bienestar infantil. Las consecuencias de la ablación femenina, por ejemplo, son dramáticas; el matrimonio infantil  tiene consecuencias terribles, entre ellas embarazos prematuros, maltrato, e incluso asesinatos; en  algunos regímenes islamistas las niñas no pueden estudiar ni reciben remuneración por su trabajo. También la incomodidad que puede sentir un niño pequeño, cuando ciertos rituales lo obligan a confesar supuestos pecados ante un líder o representante religioso.

Rechazo profundamente la actuación del Dalai Lama. Ningún relativismo cultural o religioso puede invocarse frente a actuaciones que amenacen los derechos de los niños. También es irrelevante si existe un vínculo familiar, un cargo o uniforme, porque nada justifica la agresión contra la dignidad de las niñas, niños y adolescentes.  Lo que vimos en el video es un acto contrario a la lógica de la dignidad e integridad de un menor. Dalai Lama o no, no hay justificación.