Sigue el caos en Quito

En las calles de la capital y el país, parecería haber más normalidad una vez que las vacunas son el pan del día y avanzan sin desmayo, mientras en las estaciones de gasolina se exhiben precios de combustible que mes a mes van en aumento, producto de la suspensión de los subsidios.

A la par, en la capital hay dos alcaldes a falta de uno y, en la semana que terminó, dos marchas se sucedieron, una que apoyaba a Yunda y otra a Guarderas. En la sesión conmemorativa del 10 de agosto, un concejal de apellido Morales, que se autocalificó como buen quiteño, lanzó agua con envase y todo al cuestionado Yunda, cosa que ha despertado diferentes lecturas. Unas, con seguridad, de alegría ante el suceso, porque tal vez lo miran como una especia de vendetta pública ante la testarudez y poca vergüenza de Yunda; otros dicen estar molestos por la reanudación de las viejas prácticas de violencia política del país de tiempos no muy lejanos, muchos de los cuales hasta han expresado la solidaridad con Jorge Yunda, quien gracias al suceso aparece victimizado ante la opinión pública.

Cualquiera que sea la posición frente al acontecimiento, hay una indignación ciudadana por las circunstancias que se viven en el Concejo Municipal, pues Yunda quien llegó a la alcaldía de Quito respaldado por los sectores populares, pero con una mínima diferencia frente al candidato que le seguía, seguro tiene cara de suela. Aunque es verdad que ganó por el voto popular, también es cierto que su hijo fue cuestionado por una serie de denuncias bochornosas, a más de otros circunstancias de carácter judicial que tienen al mismo Yunda con grillete, por lo que hace mucho tiempo y por respeto a la ciudad, tuvo que ponerse al costado.

Sin embargo, acciones como las de Morales, que nos hacen pensar en el gusto que tendríamos los ecuatorianos de darles unos tres cuerazos a tantos políticos pillos, pueden ser imprudentemente acaloradas y no nos ayudan a resolver el caso en la Alcaldía, pues hay el peligro de que exacerben un espíritu de victimización del propio victimario, que por donde se lo vea, ya no debería estar ahí, aunque tampoco Guarderas sea pera en dulce.

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