¿Se termina el caudillismo?

Un discurso con simbolismos y alusiones. A un año de los 200 de la batalla del Pichincha. Lasso dijo: “termina la era de los caudillos”. “Hay una respuesta para el autoritarismo: democracia. Así debe ser el Ecuador del encuentro”, sentenció. La costumbre era responsabilizar al mandatario anterior de los errores, pero Lasso los culpó a todos: cifras históricas de desempleo e incapacidad frente a la pandemia.

El personaje del ático, sobrentendido: “quienes buscan todo el poder luego terminan buscando clemencia por los crímenes que ocurren cuando ese poder se les va de las manos”. Recordó, sin decirla, una frase de Correa (“soy jefe de todos los poderes”) y respondió: “nos mantendremos fieles a los estrictos márgenes que dictan las leyes. Seré solo presidente”.

Lasso anunció que “se acabó la persecución política en el Ecuador. No he venido a saciar el odio de pocos, sino el hambre de muchos. Un país donde los culpables engordan sus bolsillos, mientras los más inocentes -ecuatorianos recién nacidos – ni siquiera pueden llenar sus estómagos”.

Aludió a una frase de viajeros del pasado (Whymper y Humboldt): “¿por qué tenemos una tierra tan rica, pero ciudadanos tan pobres? ¿por qué disponemos de recursos naturales tan abundantes, pero vivimos en medio de la escasez?”. Fue lapidario: “nuestros gobernantes nos han fallado, no han sabido estar a la altura del sacrificio de nuestra gente ni han sabido aprovechar los ingentes recursos que la naturaleza nos ha dado”.

La explicación, para un presidente ya maduro (tras tres campañas) es “que cedieron a la peor de las debilidades políticas: la tentación autoritaria. Se dedicaron al obsceno culto del caudillo. Nunca han podido aceptar que este país nació como una república democrática y que su destino es vivir para siempre como una república democrática”. De paso, respondió al expresidente Moreno: “el mejor pueblo al que un presidente puede aspirar”.

A 40 años de la muerte de Jaime Roldós (asunto nunca aclarado), Lasso confesó que de joven se inspiró en el exmandatario y mencionó frases de su inauguración (10 de agosto de 1979). La que más le quedó fue “mi poder en la constitución y mi corazón en el pueblo ecuatoriano”.

Ya en Carondelet, puso el pie en el acelerador. Sacó de la Central de Riesgo a deudores de menos de mil dólares, derogó el reglamento de la Ley de Comunicación (envió a la Asamblea la Ley de Libertad de Expresión), estableció un código de ética a los funcionarios de su gobierno y reunió al Consejo de Seguridad Nacional. Si así llueve…