Izquierda dividida y Noboa pragmático

Salvatore Foti

Daniel Noboa se muestra muy cínico y pragmático al hacer política y lograr sus objetivos. Goza de una buena imagen y confianza por gran parte de la población, lo cual es sumamente importante.

La subida del IVA le pasará factura y el resultado de la consulta determinará sus planes a mediano plazo. Sin embargo, por ahora lo hace bastante bien a pesar de no tener un proyecto político claro en el cual podamos confiar. Así de atrevidos son los ecuatorianos.

Otro elemento que juega a su favor es que las elecciones presidenciales se celebrarán en poco menos de un año, lo que podría permitirle no desgastar su buena imagen y, al mismo tiempo, adoptar políticas públicas positivas e impactantes que, de darse un poco antes de febrero de 2025, garantizarían su reelección.

Pero el elemento que más le ayuda a Noboa es la división que se está gestando dentro del progresismo nacional.

Las posibles candidaturas  de Carlos Rabascall y de Pedro Granja o unas posibles primarias para escoger al más indicado son muestras claras de que esta vez la izquierda podría apostar a otros candidatos que, para mí, contribuyen con altura y honestidad a la campaña que se nos viene.

Alternativas progresistas que podrían terminar dividiendo el frente, hasta hoy compacto, del voto tradicionalmente correísta.

Es evidente que algo ha pasado dentro de la izquierda del país que hoy busca, por diferentes caminos, llegar a gobernar. Incluso en X hemos podido notar cómo el mismo Correa se ha referido a los dos aspirantes.

Esto, a mi manera de ver, solo genera malestar y destapa la necesidad impostergable de que se abra un debate dentro del progresismo para replantear los objetivos y métodos que podrían permitirles llegar a Carondelet. La izquierda no puede permitirse el lujo de ser derrotada por tercera vez seguida por la derecha, pues esto inauguraría una nueva época en la vida política del país. Tal vez, en estas elecciones, el candidato de la izquierda debería ser consensuado entre aquellos que tienen más posibilidades, poniendo a un lado aspiraciones personales a cambio de un gran proyecto, otra vez revolucionario, que consiga convencer incluso a ese 4% que Correa por sí solo no ha podido alcanzar en dos ocasiones. Hace falta autocrítica y asumir que, al menos en el 2025, lo más rentable electoralmente es operar un cambio radical de estrategia.