Zoombombing

Rosalía Arteaga Serrano

Son tantos los tecnicismos a los que nos acostumbramos en los tiempos actuales, que a veces podemos ser proclives a la confusión, pero ahora no quiero referirme a la pertinencia o no de su uso en el lenguaje coloquial nuestro, sino más bien tocar el tema de lo que ocurre en los tiempos actuales en los que, por motivo de la violencia, se tuvo que regresar durante las pasadas dos semanas a las clases online, lo que nos remitió a lo que ocurrió durante la pandemia del Covid 19 y a la necesidad de utilizar las plataformas digitales para no perder las clases para los estudiantes de escuelas y colegios.

Y allí es donde empezaron a surgir los problemas, no solo derivados de la falta de penetración del uso del internet en un porcentaje elevado de hogares ecuatorianos, así como la falta de aparatos tecnológicos que tengan la capacidad de ser usados por los estudiantes, sino también de la capacidad perversa de perturbar las clases por intrusiones indeseadas y perturbadoras, incluso amenazantes, en las aulas de clases virtuales, con el consiguiente susto y desazón que se causa con ellas.

Ya se dieron este tipo de intrusiones en algunas sesiones de zoom, sobre todo en conferencias o en reuniones que habían sido convocadas a través de las redes sociales, sin tener un control claro de los ingresos a estas reuniones, pero que fueron superados al distribuir accesos y contraseñas solamente a los usuarios o a quienes estaba destinada la convocatoria.

Pero ahora el tema reviste connotaciones más graves, cuando son los centros educativos los afectados, tanto profesores como estudiantes, por ello es que este tema amerita averiguaciones exhaustivas al interior de los propios establecimientos educativos.

Dudo que sea la delincuencia organizada la responsable de estas situaciones denunciadas por el sector educativo. Lo que tendría que hacerse es investigar muy detalladamente a quienes tuvieron acceso a la información, para determinar qué tipo de responsabilidades existen y quiénes pueden ser acusados como perturbadores del orden.

En el clima de sobresalto en el que vivimos, se hace indispensable detectar fallas o filtraciones de información y castigar muy duramente a los responsables que pueden ser quienes se aprovechan de las circunstancias y se divierten a costilla de sus compañeros y maestros.