Una estrategia continental

Rosalía Arteaga Serrano

Las dantescas escenas ocurridas a lo largo de la semana pasada en nuestro país ponen de relieve la medida de la penetración del crimen organizado y del narcotráfico en el Ecuador.

Estoy segura de que todos nos sentimos conmovidos y angustiados frente a la toma de una canal de televisión, el sometimiento de los periodistas por parte de los delincuentes, las amenazas proferidas, la situación de las cárceles, el estallido de las bombas, la violencia generalizada. Pero también nos preocupan sobremanera las implicaciones que estos hechos violentos tienen para el desenvolvimiento del país, para la realización de las actividades diarias que tienen que ver con la educación, la economía, el turismo y todas las otras que en un clima de armonía y vida civilizada deben decurrir.

Sabemos que la principal obligación de un estado es brindar seguridad a sus ciudadanos. Para ello fueron creados, para evitar que impere la ley de la selva, la del más fuerte. Por ello es necesario el imperio de la ley que proporcione la tranquilidad necesaria para que cada uno de nosotros podamos realizar en paz nuestras actividades.

Pero, en el transcurso de los últimos años y particularmente en estos últimos días, hemos sentido una alteración permanente en el orden y en la calma, derivados del accionar de pandillas, mafias, grupos delincuenciales, que nos hablan de la transnacionalización de los delitos, pensando que existen una especie de multinacionales del crimen.

Por ello se hace necesario que los países actúen en conjunto, buscando estrategias comunes que nos lleven a pensar en cómo superar esta situación de inanición, de angustia que no es patrimonio de una sola nación. Hoy le pasó al Ecuador, mañana le puede ocurrir a cualquier país del continente.

El liderazgo podrían asumirlo la Organización de Estados Americanos, que considero lo más apropiado, u otra organización de ámbito continental, que ponga sobre el tapete esta situación y el avance que tienen los carteles del narcotráfico, sean iniciados en América o en cualquier otra parte del globo, pero que están poniendo en jaque a la supervivencia misma de los estados.

En otros países la actuación de los criminales desafía a los poderes constituidos, si no, recordemos lo ocurrido en Brasil hace unos años, cuando la capital económica de ese país, Sao Paulo, fue sitiada, y las autoridades tuvieron que sentarse a negociar con los capos de los grupos delincuenciales.

Si el problema del narcotráfico hace rato que rebasó las fronteras, es necesario que los líderes de los países actúen en conjunto, con un diseño de ruta de actuación que haga que los criminales sientan que los países no están inermes frente a su accionar y que hay fuerzas del orden dispuestas a combatirlos.