La rosa y el libro

Rosalía Arteaga Serrano

Las tradiciones por lo general marcan etapas interesantes, que nos invitan a la repetición y a la conmemoración. Aquella que surge en España y concretamente en Cataluña y que aúna la hermosura de las rosas con la maravilla que comportan los libros, la lectura, la capacidad de soñar e imaginar, son relevantes y extraordinarias.

Durante la semana pasada tuve la oportunidad de participar en varias celebraciones, sobre todo en instituciones educativas, relacionadas con la fiesta del libro y de la rosa, y palpar el entusiasmo de muchos jóvenes por los libros, sobre todo por determinados que les tocan el corazón y la mente.

Las bibliotecas son los centros en donde se desenvolvieron algunos de estos actos, lo que le da más relieve y consistencia a estos eventos en los que la centralidad está en el libro, ese objeto mágico, que entraña conocimiento y diversión, porque una de las cosas fundamentales que debemos enfatizar, sobre todo si estamos dedicados a la enseñanza, es en el goce que los libros proporcionan, la capacidad de abstraernos del mundo circundante para habitar otros, para transportarnos a diversos lugares, para meternos en la mente de otras gentes y también, por qué no, para vivir otras vidas.

Pero también las celebraciones se dan al aire libre, en esa comunidad deseada con la naturaleza, en la que se producen los intercambios, se comenta, se desmenuza lo que los libros nos traen y abundamos en la carga de emociones que nos seducen y nos proporcionan tantas temáticas de diálogos profundos y amenos.

Por todo ello vale celebrar el Día del Libro, de la lectura, de las rosas, dejar por un momento de lado las preocupaciones que todos tenemos para compartir la emoción de la lectura y de todo lo que ello implica.

Claro que, cuando de libros se trata, es bueno hablar de ellos todos los días, y también de los autores, de quienes nos han impactado y seguirán haciéndolo a lo largo de los tiempos.