La no violencia contra la mujer

Rosalía Arteaga Serrano

Cada 25 de Noviembre, en conmemoración del brutal asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana, se realizan ceremonias y se dictan conferencias y se alude en los discursos a este tema que constituye una vergüenza para la humanidad entera. Esto es la violencia en contra de la mujer, situación que no es extraña a ninguna realidad, a ningún país, a ninguna sociedad.

Pero la lucha en contra de la violencia hacia la mujer tiene que rebasar lo académico. Tiene que ir mucho más allá, ser parte de la conciencia colectiva que se manifieste en el rechazo de prácticas que se asumen como culturales y que transforman en un infierno la vida de infinidad de mujeres de todas las edades y en todas las latitudes del planeta.

Por ello es necesario que, desde los hogares, en la escuela, se hable sobre sociedades igualitarias en las que no se acepte la violencia, en las que el hogar no se transforme en el lugar más peligroso para la mujer por las violencias de todo tipo que allí imperan y que se extienden a los niños que luego replican los ciclos de la violencia cuando crecen y, a su vez, maltratan a sus parejas.

Las fechas conmemorativas tienen la ventaja de recordar a los grupos humanos algunos hitos, en algunos casos, y en otros aquello que se quiere cambiar, que es imperativo modificar, como son las prácticas abusivas en contra de las mujeres. Las víctimas no denuncian siempre los maltratos, tal vez los hacen en segmentos de la sociedad, pero en otros lo mantienen como un secreto muy guardado, hasta que ya la situación se vuelve inmanejable, o la víctima deja de existir.

Una parte importante la cumple la legislación; en el caso ecuatoriano, las leyes defienden a la mujer agredida o en riesgo de serlo, pero también en este caso hay que ir más allá, para descubrir las diferentes formas de prácticas nocivas, que pasan por la agresión física, la verbal, la psicológica hasta conseguir anular la personalidad de quienes viven en estas situaciones límite.

Por nuestra parte hay que poner  en vigencia el hábito del buen comportamiento, de la erradicación de la violencia, tomando en cuenta que hasta desde el punto de vista económico le es más saludable al Estado, aun más en las perspectivas de los analistas del ramo, cuando en los trabajos participan equipos multidisciplinarios y además se incorporan cada vez más mujeres a los consejos directivos así como a todas las instancias del sector productivo e institucional.

Solo cuando las sociedades sean más justas, hablaremos de una verdadera humanización de las relaciones.