Un país en permanente conflicto

Rodrigo Contero Peñafiel

La sensación de miedo y ansiedad que vive el pueblo ecuatoriano, ante el constante ambiente de peligro, conlleva a que el cerebro de las personas se active involuntariamente ante estímulos que originan inseguridad y ansiedad, produciendo síntomas somáticos que profundizan el problema e impiden una reacción normal, que permita pensar en buscar soluciones para enfrentar los problemas esenciales del país. Esto hace que la conducta de las personas se vuelva incontrolable e impredecible, en lugar de llenarse de pánico, cólera, frustración, confusión y conflictos.

La indolencia de mucha gente conduce a la inmovilidad, haciendo que muchas personas sean incapaces de actuar con independencia y sean arrastradas según las directrices o presiones de otros, que con poder o no, desencadenan una depresión crónica y profunda con graves consecuencias para sus vidas, la sociedad y el país. A mucha gente ya no le interesa nada que pueda ayudarle a solucionar sus problemas, puesto que ya consintieron que políticos y malhechores hagan lo que les venga en gana.

La delincuencia ha rebasado el límite de la tolerancia, la convivencia normal y las leyes. La desconfianza supera todo lo que puedan decir o hacer las instituciones gubernamentales. La apatía es mucho más peligrosa que el pánico, ya que le resta capacidad de acción a la sociedad haciendo que la tensión, angustia y desgaste físico y mental sea la causa para la indiferencia de la gente.

Para recuperar la paz en el país se requiere energía y orientación hacia un objetivo; es hacer algo en función de uno mismo y de los demás. No es una lucha compulsiva que implique un ajetreo y un vivir maquiavélico como forma de vida, pero se ha convertido en una enfermedad política por conseguir votos para llegar al poder y repetir un torbellino de acciones frustrantes y corrompidas, que permitan desahogar la cólera de aquel individuo que se siente predestinado para gobernar con incondicionales, forajidos y políticos fracasados, que han puesto en duda su salud mental con sus actuaciones. Una persona que entiende los problemas sabrá conducir el país en lugar de destruirlo llevándolo al fracaso.