Reencuentro con las artes…

Alfonso Espín Mosquera

La vida es un ir y venir, son ajetreos. Pocas veces la rutina nos permite hacer altos para atender lo importante. Nos hemos convertido en máquinas de producción y con el ritmo acelerado de una existencia sin descanso y del obligado consumo, dictado por los tiempos actuales, no nos damos abasto para hacer más dinero, con el que cada vez compramos menos.

Ya mismo se desata la furia de ventas navideñas; en pocos días más la gente se desbordará por las calles en ofertas y demandas de un sinfín de bagatelas, golosinas y regalillos para apaciguar nuestra compulsiva forma de existir al son de las compras.

El silencio no es parte de estos tiempos. La pasividad y lo trascendente no entran en juego en semejante alboroto de circunstancias. El tener se lleva todo y no importa el ser, como tampoco interesan las personas, peor aún una lectura, la poesía, un relato, ni siquiera un saludo bien expresado.

Luego el mundo camina a la deriva en una franca carrera que, al parecer,  no tiene meta.

Conviene preguntarnos a dónde vamos como sociedad, qué pasará con la humanidad alienada por la virtualidad y las redes sociales. ¿Será que el “reguetón”, como insignia musical masificada de última moda, o la fiebre del mundial, talvez las narconovelas, los programas de farándula, o la crónica roja, nos salvarán de alguna manera y reivindicarán nuestra esencia, entregándonos alguna  luz posible en medio de la negrura en la que caminamos muchas veces? ¿Será que estas manifestaciones tan evidentes y diarias, nos permitirán sobrevivir al abuso de la globalización, de los medios de comunicación, de la corrupción del poder político  y el uso del ciberespacio y el tiempo para no anularnos como seres humanos?

En este mundo y momento estamos y es cuando y donde debemos apelar al mundo sensible, como un imperativo urgente. Hoy por hoy, sin lectores, hacer literatura es un reto complicado, pero es necesario, como son todas las artes porque ellas construyen nuestros intangibles. Y por fortuna se sigue escribiendo, se sigue haciendo narrativa, poesía; los artistas plásticos aún pintan y los músicos continúan cantando y componiendo desde su virtualidad, todo para buscar las sensibilidades y afectos, para devolvernos la razón de ser, para volvernos más humanamente honestos y comprometidos con los otros.

Sin embargo, es un trabajo de todos y fundamentalmente de quienes nos gobiernan, porque del Estado deben emanar las preocupaciones para sostener la dignidad humana.  No es posible, por ejemplo, que el Gobierno haya cerrado hace casi ya un año el Plan Nacional del Libro y la Lectura, porque si no hay políticas claras para buscar nuestros sensibilidades y reflexiones, nos hundiremos como sociedad, a no ser que sea eso lo que buscan quienes campaña a campaña nos ofertan lo que jamás cumplen.