Recuerdo de infamias

En el municipio colombiano de Tulúa se produjo un hecho que jamás debió haber acontecido a esta altura de los tiempos.

Nada menos que en la Escuela de Policía de esa localidad hubo un  acto en el que apareció una persona disfrazada de Hitler y otras con vestidos que llevaban insignias fascistas, además de brazaletes con la esvástica, esa siniestra cruz en forma de gancho e invertida que fue la huella de atrocidades indescriptibles que llegaron a los ámbitos genocidas.

Ante lo sucedido, la inmediata acción de los superiores policiales fue sacar de sus filas al coronel que había autorizado tamaño desacierto y pedir disculpas públicas. No faltaron, asimismo, las protestas de los gobiernos de Israel, Alemania y Estados Unidos por semejante idiotez. El presidente Iván Duque condenó toda manifestación que haga referencia a símbolos alusivos a quienes son responsables del Holocausto.

El mandatario se refería a las masacres que perpetraron los nazis en los lugares creados ex profesamente para el exterminio: allí perecieron más de seis millones de judíos.

Espeluzna el recuerdo de tales infamias, lo que genera mayor repulsión cuando se visita lugares que fueron parte de la Polonia ocupada por los hitlerianos, como Auschwitz,  aquel complejo de campos de concentración y exterminio utilizado para la “solución final” que planificaron los homicidas, donde hubo cámaras de gases, recintos de tortura, hornos crematorios, lugares para tatuajes oprobiosos y experimentaciones que convertían a  seres humanos en conejillos de indias, dirigidos por criminales pseudocientíficos, como el malhadado doctor Josef Mengele.

Es imprescindible rememorar las lecciones de la Historia para evitar que se repitan acciones abominables que desdicen de la racionalidad de nuestra especie.