Quien siembra vientos…

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Carlos Freile

Dice un viejo adagio que “nadie llega a la cumbre de repente”, esa cumbre se veía siempre como algo excelso, pero se puede argumentar que nadie llega a la cumbre de la miseria de golpe, siempre se da un proceso de deterioro.

A raíz de los asesinatos de dos políticos ecuatorianos sucedidas en los últimos días debemos aplicarnos el mismo adagio.

Nuestro país no ha llegado al extremo de violencia y de desprecio de los mínimos valores humanos de la noche a la mañana. Durante años hemos ido sembrando vientos de desarticulación de la familia, de privilegiar el placer sobre el deber, el goce egoísta sobre el amor oblativo; hemos atacado la maternidad de la mujer y nos hemos burlado si cuida de sus hijos, con ello hemos sembrado los vientos del desapego, de la frustración, de la adoración del yo sobre todas las cosas. No nos admiremos si cosechamos las tempestades de violencia que hoy nos acongojan.

Parafraseo a un sabio renacentista: nos hemos acostumbrado a levantar estatuas a las causas de la desmoralización y ahora buscamos cortar la cabeza a sus consecuencias; hemos desterrado el Infierno de nuestras visiones del mundo y hemos convertido nuestra sociedad en un infierno.

Hemos jugado a ser dioses, dueños del bien y del mal, ahora nos escandalizamos de que el mal nos posea; ya sin virtudes enseñadas en el hogar o en la escuela, padecemos el dominio de los vicios sin freno; asesinamos a los niños en el vientre de sus madres y nos dolemos de los asesinatos de adultos. Proclamamos la vigencia de la posverdad y nos escandalizamos por el triunfo de la mentira.

Deberíamos escarmentar de esta siembra de vientos; mirar al futuro con una humilde dosis de previsión, no solo para corregir la espiral de violencia, sino sus raíces. Es verdad, lo acabo de insinuar, que el origen de la delincuencia no está solo en la pobreza, de lo contrario no habría delincuentes de cuello blanco, pero la ausencia de oportunidades es un buen viento para futuras tempestades.

Paso a referirme a la famosa pregunta sobre la explotación del petróleo en el Yasuní. Mis sentimientos están junto a los defensores de la naturaleza, pero mi razón me obliga a prever las consecuencias de ciertas medidas. Nadie vive de simpatías y de afectos. Si dejamos de producir petróleo en el Yasuní les será muy fácil a los políticos simpatizantes de los autoritarismos controlar a la población por medio del estómago, pues se habrá abierto la vía para la desdolarización y con ella para la inflación galopante.

El porvenir nos igualará a Cuba y a Venezuela. ¿Quiere usted depender de tarjetas de racionamiento para conseguir los víveres indispensables? ¿Desea usted que se interrumpan de una vez por todas las inversiones externas? ¿Ansía usted que se despidan a miles de funcionarios que ya trabajan para el Estado y que no se creen nuevas fuentes de trabajo? Vote a favor de suspender la extracción de crudo, de lo contrario estará sembrando vientos y deberá cosechar tempestades más temprano que tarde.