¿Qué democracia tenemos?

César Ulloa

Apenas el 56% de “los ecuatorianos está satisfecho con el funcionamiento de la democracia en el país”, según el Barómetro de las América en su informe del 2021. Además, “el 44% toleraría que los militares tomen el poder cuando hay mucha corrupción, frente al 39% que toleraría un golpe militar por una emergencia de salud pública”. En otras palabras, la desafección por el sistema político es evidente. Hay una crisis de representación y aceptación de la clase política. Hay que salir del lugar común que dice, “las instituciones no funcionan”, porque estas no se manejan solas.

Un gran porcentaje de la crisis se explica porque quienes están al frente de las funciones del Estado y de los diferentes niveles de gobierno, sea por elección y designación, no están a la altura del país en su mayoría. Tampoco se puede reducir la problemática a las leyes, pues el cuento de toda la vida ha sido la confección de normas sin resultados favorables. La refundación de la patria sigue siendo un grosero recurso que, cada cierto tiempo, es usado por algún demagogo, quien además cree que la patria nace con él. El problema medular es la cultura política instalada y perpetuada por unas elites irresponsables, a las que ya no les alcanza el rabo de paja.

Lo escalofriante de los datos del Barómetro de las Américas es la tolerancia hacia una deriva autoritaria frente a un acelerado proceso de Estado fallido. Cuatro de cada 10 ecuatorianos ve una salida del descalabro político con la intervención de los militares. La inseguridad aviva aún más esa aspiración que tiene un gran porcentaje de la población. Parecería que miramos como esta olla de presión está a punto del primer pitazo. Sin duda, la solución no es inmediata, pues requiere de una nueva clase política y eso se cultiva en unos partidos que tampoco hay.

No aspiremos una nueva democracia si lo de fondo pasa por procesos de cosmetología sin ninguna trascendencia. Las elecciones locales son una prueba más, en donde debe traslucir el poder del voto como castigo a los malos o premio hacia quienes sí cuentan con credenciales.