Pena de muerte, ¿y qué?

Kléber Mantilla Cisneros

No es que el presidente Guillermo Lasso se volvió un espantapájaros asistido por gente mediocre para perder toda credibilidad, sino que la población entera y amplias zonas del país ya vivimos a merced del crimen organizado y pocos lo quieren aceptar. Los carteles de la droga dominan un gran espacio del sistema financiero y hace varios años se organizaron para ejercer su poder en bandas omnipotentes que reclutaron desde policías, marinos, generales y militares de tropa a funcionarios penitenciarios; de jueces, fiscales, alcaldes y embajadores a rectores universitarios y asambleístas con sus membretes políticos.

En poesía y con arrogancia ciega se pide el cambio de la cúpula policial; un abrumador anhelo la captura del policía feminicida Germán Cáceres; casi un gemido sensual a Pekín aprobar la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair llena de fisuras hasta colapsar la Amazonía; o aquel clamor al decir que se acabó la peste para llenar titulares; pero, en prosa se escribe el desencanto: el nexo de Leandro ‘El Patrón’ Norero y su magistral herencia repartida en testaferros y bancos; esa visita conspiradora de políticos zurdos a la Rusia invasora de Putin en plena guerra de misiles nucleares para promover el consumo de la ‘Bonita Banana’ de Alvarito Noboa. Algo como llamar al ‘capi Zapata’ para que en TV pinte corazones azules alrededor de los Lobos, Tiguerones y Lagartos para alejarlos de Choneros y demás sicarios.

Es que más vértigo saca la crónica roja y la pena de muerte de Don Naza que los análisis económicos para explicar: chulco y lavado de activos en bancos y cooperativas. O, desmenuzar los problemas de la gente cuando enfrenta el delito de extorsión y el asalto callejero como estilo de vida. El ajedrez narco-correísta trazado y otra ficha movida por el cartel mexicano Jalisco Nueva Generación a espera de lo que decida el de Sinaloa en nuestros puertos y aduanas.

Con devoción casi religiosa, la gran prensa alza paraguas e insiste en asuntos de espantapájaros: en innumerables e inoficiosos viajes presidenciales, en una consulta para seguir en lo mismo; en ocultar la hegemonía del fracaso, de la mega corrupción repetida tres veces; y, desconocer por completo la pena de muerte ufana, ignota y legitimada en cárceles, cuarteles y hospitales.

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