Por la justicia

Alfonso Espín Mosquera

María Belén Bernal ingresó a la Escuela Superior de Policía el 11 de septiembre de 2022, lugar en que por última vez se le vio con vida. Las circunstancias de su muerte consternaron a toda la ciudadanía, pues tuvieron que pasar casi doce días, sin poder encontrarla hasta que fue hallado su cadáver en el monte Casitagua, en las cercanías de esa institución policial.

El país no había vivido un suceso semejante antes. La madre de la víctima ha batallado por la verdad desde esas fechas hasta la actualidad y es inimaginable llevar el dolor y las diligencias judiciales a la vez; la indignación por la pérdida de una hija, en esas condiciones, y tener que dar la cara a los medios de comunicación. Realmente se requiere estar revestidos de una potente dosis de fortaleza para afrontar una situación semejante.

El principal sospechoso del crimen había desaparecido y ha sido apresado en estos días, en el vecino país de Colombia, en un pueblo caribeño de nombre Palomino, en el que se desempeñaba como ‘bar tender’.

Muchas veces la muerte, cuando es noticia diaria, como que corrompe los sentimientos de los seres humanos y un hecho sangriento, tan doloroso, se convierte morbosamente en una especie de ‘divertimento’ de muchos, que siguen con vivo interés las novedades del crimen, pero que les importa poco el sufrimiento de los familiares de la víctima, de su madre, su hijo y, entonces, un hecho tan grave —porque además se produce al decir de las investigaciones dentro de un centro de estudios policiales y por la escalofriante situación de abandonar el cuerpo entre los matorrales de un cerro— pasa a ser una historia más de la violencia de estos tiempos.

No faltaron personas que ante la indignación por este macabro acontecimiento se rebelaron contra el crimen y exigieron al gobierno central, a las autoridades policiales, explicaciones de sus protocolos de entrada y salida. Se convirtió en motivo de reflexión también el respeto a la vida, a la mujer, a la institución policial y más posibilidades que permitía sopesar un acontecimiento así.

Ahora, cuando es aprehendido el sospechoso número uno y como los sucesos han hecho un calendario de más de tres meses, el criterio de muchos se vuelve laxo y junto a la compasión hacia el ser humano apresado, la lectura peligrosamente puede ser otra en varias personas, para quienes el victimario pasa a ser una víctima y la madre, que desesperada ha luchado por justicia, pierde injustamente terreno; pero lo más grave sería que este acontecimiento se politice, porque capturar a Cáceres se puede convertir en galardón de muchos politiqueros y, los sucesos sobre la muerte, otra hora dolorosos e indignantes, pasan a ser parte de los discursos políticos, aun de los candidatos actuales y así hacer de la muerte una plataforma electoral.

Solamente esperamos transparencia en las diligencias legales para que la justicia aflore como resultado final y la ciudadanía aprenda que no hay impunidad ante el crimen y, aunque la muerte no permita un retroceso, al menos no tenga fuero, en la necesidad de una convivencia armónica en una sociedad.