Políticos y amnistía

¿Cómo se debe interpretar la actuación de los asambleístas que —esperando la madrugada, en las sombras y creyendo que a esa hora están a escondidas— amnistían, a tontas y a locas, a más de 200 personas involucradas en distintos delitos?

Ciertamente con los políticos no hay valores absolutos. Todo es relativo, está en función de intereses del momento; si no, no se explicaría cómo los socialcristianos (PSC) pueden juntarse a los correístas (UNES) para votar en mancomún o el mismo oficialismo con los de Correa, a la espera de que la ciudadanía considere que ciertos pactos son santos y otros malignos, que unos “acuerdos” se justifican y otros se condenan, cosa común en nuestra historia. Francamente, no existen políticos buenos o malos, sino sujetos dedicados a esta actividad como forma de vida, con la posibilidad de hacer el bien o el mal, lo que es más grave aún, porque se ha llegado al tiempo en que una buena mayoría cree que esa actividad, la política, hoy por hoy, es obra de pillos.

¿Qué sentido tiene la Ley cuando en el afán de favorecer a uno, dos o tres, se embolsan en un mismo saco a dos centenas de individuos para justificar tal vez la perversa decisión con la acción de una masa humana cuyos delitos son abismalmente distintos?

La definición de amnistía dice: “perdón de penas decretado por el Estado como medida excepcional para los presos condenados por determinados tipos de delitos, generalmente políticos”. ¿Y los traficantes de tierras? ¿Los mineros ilegales? ¿Los mismos políticos que a nombre de tales han generado espacios de desestabilización política? ¿Los que quemaron la Contraloría y destruyeron la ciudad capital? ¿Los que secuestraron en el ágora de CCE a los policías?

Hay que ser serios, cuidadosos, sensatos, responsables y sobre todo decentes con los intereses del país y con la mirada de los más jóvenes que, aunque parezca que no les interesa la vida política, sienten definitivamente y se afectan por las actuaciones vergonzosas de quienes nos “representan” como ciudadanía; pero, estamos hablando de políticos y esos son como el camaleón que cambia de color según la ocasión.

Desde luego, al animal en mención le importa su vida y su variabilidad es para esconderse de sus depredadores, pero los politiqueros no tienen en juego el bien preciado, peligran sus intereses de fama, de poder, de quedarle mal a su líder y ya no volver a los puestos de elección y dejar de vivir del Estado; en fin, no les importa mucho nada y actúan a su antojo y conveniencia.

Ojalá en este caso el presidente, que tiene una responsabilidad histórica, comprenda la esperanza con la que le mira el país y tome decisiones definitivas.