Plomo, muñecas y fatiga

César Ulloa

La inseguridad es un fenómeno que no reconoce sexo, género, condición socioeconómica, credo, origen ni formación educativa. Por tanto, su combate nos involucra a todos en un gran acuerdo nacional. Las mezquindades deben quedar por fuera, así como los intereses bastardos. El primero que debe estar presente en el pacto por la seguridad es el Estado de manera activa, responsable y con los suficientes recursos, después los diferentes sectores, actores, colegios profesionales, gremios y partidos en una dinámica de articulación permanente y generosidad a prueba de egos. El Estado comprende a todas sus funciones y también a los diferentes niveles de gobierno en un trabajo conjunto y sostenido.

Frente al plomo, las muñecas de la mafia y la fatiga ciudadana, la ruta posible es la inteligencia estratégica, operativa y prospectiva del Estado, y la colaboración de los diferentes sectores y actores. Es decir, entender el problema en todas sus dimensiones para luego actuar con efectividad y al menor costo posible para la población. La ruta no es sencilla y tampoco rápida, pero los resultados son contundentes, según la experiencia de varios países que atravesaron problemas de similar o mayor magnitud. El primer paso es relegitimar el papel del Estado y el segundo, cerrar filas en el qué: la inseguridad como el problema más severo. Lo contrario: inacción y dispersión con facturas impagables a futuro por nosotros y las siguientes generaciones.

La inseguridad como acuerdo nacional y la inversión en inteligencia, en conjunto, son el primer paso. Lo posterior es el apoyo social y nacional, en una actitud diferente a la que tienen los actores políticos que bloquean cualquier alternativa junto con el silencio de otros poderes de facto. Mientras menos se apoye un pacto social por la seguridad y se aplace la decisión de combatir el crimen, el olor a plomo en el ambiente seguirá percibiéndose en las calles de todo el país, pues al día de ahora, no se puede decir que haya alguna ciudad exenta de violencia e inseguridad. Necesitamos más inteligencia y voluntad frente a los milímetros que nos separan del despeñadero.