Pero nada está escrito

Alejandro Querejeta Barceló

 Vivimos un momento grave para la política de cara a las próximas elecciones, pero enero promete ser decisivo y difícil. «Yo creo que es casi una obligación inevitable», respondió el presidente Guillermo Lasso a un medio de comunicación, sobre si volvería a postularse para el cargo que ahora ocupa. Los dos temas, al juntarlos, dará el tono y argumentos, del lenguaje político en esa etapa.

Entre tanto, el prolongado y azaroso choque entre los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial de los últimos meses seguirá su infortunado curso. La inestabilidad se arrastra. Las reglas para la convivencia política deben ser fruto del consenso, y el consenso es lo que brilla por su ausencia entre nosotros. ¿Queda alguien que actúe y piense ni siquiera a medio plazo? Lamentablemente no.

Lasso, en lo que va de su mandato, en lo interno se vio contra las cuerdas en más de un frente. Sin embargo, dio muestras de habilidad y capacidad de maniobra para conjurar conspiraciones opositoras de toda índole (incluidas informaciones engañosas, mentiras y discursos de odio) para deponerlo. Con un programa basado en cambios y reformas, muchos se preguntaron si podría superar tantos retos.

Además de una discreta, pero sostenida política social que ha permanecido en el centro de su gestión, es en los ámbitos de las relaciones internacionales, diplomáticas y económicas, donde se constatan, hasta ahora, sus principales logros. Sin embargo, sus debilidades se aprecian en la gran inestabilidad de su gabinete, y en un permanente auge delincuencial, extra e intra carcelario.

En paralelo, la oposición correísta y nebotista en su afán por protagonismo, aun a costa de desestabilizar al país en su conjunto, pese a derrotas parciales y al concurso intermitente de una izquierda variopinta y sin norte ideológico claro, no ha desmayado ni un solo día. ‘Ponerse la camiseta’ es sinónimo de apoyo, de lealtad, de compromiso, pero ni unos ni otros sabe a cuál camiseta echar mano.

En todos estos lugares se producen batallas en que una de las partes lo tiene todo perdido de antemano. La ignorancia solo favorece a los impostores, otra cosa es asumir lo que implica. Nos esperan semanas de más división, más incertidumbre y más inestabilidad, de clara incongruencia y de fractura. Sus consecuencias serían imprevisibles.

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