Permanencia de la virtualidad

Rosalía Arteaga Serrano

Ahora, cuando estamos en el proceso de empezar el año lectivo en el régimen Costa, surgen inquietudes por el embate de la temporada invernal, lo que ha significado encontrar patios y escuelas inundados, caminos destrozados, escuelas en condiciones lamentables, lo que hace realmente imposible empezar las clases presenciales en muchos establecimientos educativos.

Varias autoridades del sector establecen que en esos centros educativos las clases serán virtuales. Si nos ponemos a reflexionar, antes de la pandemia esa solución no existía y ni tan siquiera se la mencionaba como una opción, por lo que simplemente las clases no se daban, con la consiguiente pérdida para los niños y los jóvenes.

Por ello decimos que existe una permanencia de la virtualidad, y no solamente cuando se producen problemas traídos por las situaciones de orden climático, sino en otras circunstancias, como los disturbios políticos a los que somos tan proclives en nuestro país y, por supuesto, cuando se presentan temas de salud pública.

Si bien las soluciones apuntan a la vía de la virtualidad, la otra pregunta que cabe hacerse es si las familias ecuatorianas, los docentes, las escuelas, han mejorado su infraestructura, que permita que se puedan hacer clases de esta manera, si se cuenta con la conectividad, si los maestros están preparados, si se tienen los elementos tecnológicos que garanticen una buena calidad de transmisión de conocimientos.

La respuesta será, obviamente, que no, al menos en la mayoría de los casos. Parecería que la dolorosa pandemia no nos enseñó nada, que no se enmendaron los graves problemas y los más perjudicados son los estudiantes de las clases menos favorecidas de la sociedad ecuatoriana.

Otra vez se generan las improvisaciones y los vacíos a pesar del tiempo transcurrido, con los consiguientes perjuicios a la calidad de la educación y a la calidad de vida de las personas.