Pedagogía del terror

Los conflictos son connaturales a la relación social y política. Cumplen, en general, un papel positivo para impulsar los cambios necesarios en la construcción de sociedades cada vez más abiertas, justas y solidarias. Lo importante es no negarlos ni satanizarlos; por el contrario, se debe aceptarlos, comprenderlos, administrarlos y resolverlos buscando el beneficio común. En los gobiernos autoritarios y totalitarios se reprimen los conflictos, se los considera como fenómenos indeseables que amenazan un orden normalmente impuesto dogmáticamente desde el poder.

No sucede lo mismo en los regímenes democráticos que reconocen el conflicto como parte importante de la dinámica de la sociedad y, por lo mismo, incorporan formas de solución pacífica regladas, resultantes de la negociación. La propia estructura del sistema acepta la diversidad de intereses, objetivos y visiones ideológicas, que se expresan a través de partidos políticos que luchan cívicamente por aplicar sus programas, en el marco de normas constitucionales que reflejan grandes consensos de la población.  La diversidad es aceptada como normal, lo mismo que el respeto a la ley y a los derechos humanos, sin ninguna forma de distinción.

En los regímenes autoritarios no se reconoce la división de funciones en el ejercicio del poder político ni el derecho a la oposición democrática, peor a la resistencia frente a los desmanes de la autoridad. Se vive una paz impuesta por el miedo; oprime a la población el terror aplicado mediante estrategias diversas para lograr el sometimiento. Esa paz falsa vivió el Ecuador durante una década. Si alguien osaba levantar la voz frente a la prepotencia, se le respondía insultándole, mofándose y muchas veces calumniándole, para descalificarle y someterle al escarnio social.

En esos días oscuros de autoritarismo y arbitrariedad, no levantaban la cabeza los ahora prepotentes falsos líderes que proclaman desde una estrategia de violencia demencial la confrontación. Atacan sin piedad a personas, destrozan infraestructuras, destruyen sembríos, asaltan negocios, derraman la leche, talan los árboles, sitian las ciudades y siembran el pavor, sin entender que con el odio y la violencia jamás se construirá la justicia social y la paz.