Un holocausto permanente

Paco Moncayo Gallegos

En la Franja de Gaza se vive una nueva tragedia humanitaria. Las fuerzas de Defensa de Israel enfrentan a Hamas, un movimiento terrorista islámico que pretende establecer un Estado en la región histórica de Palestina, incluyendo territorios de Israel. La actual confrontación es un capítulo más de una guerra sin fin. El ejército judío ingresó a Gaza en diciembre de 2008, en la operación ‘Plomo fundido’. El resultado: 1.400 palestinos muertos, más de la mitad civiles, muchos de ellos niños; frente a 6 bajas israelíes. En noviembre de 2012, Israel lanzó su operación ‘Pilar de Defensa’ contra Hamas que lanzó cientos de cohetes contra el sur de Israel. Murieron 167 palestinos, 87 de ellos civiles y seis israelíes; en 2014, tras el asesinato de tres jóvenes judíos, Israel lanzó la operación ‘Margen protector’. Murieron 1.200 palestinos, 7000 resultaron heridos y 200 mil desplazados. La mayoría de las víctimas palestinas fueron civiles y gran parte de ellas niños. Israel lamentó la muerte de 50 militares y tres civiles. La guerra que el mundo contempla horrorizado, en estos días, ha causado ya la muerte de 1.400 israelíes y más de 240 civiles fueron secuestrados; del lado palestino se contabilizaron hasta el fin de semana 8.800 palestinos muertos, de ellos, 3.760 niños, mientras otros 1.000 se cuentan como desaparecidos. Es evidente, cada enfrentamiento es más cruento y sólo se convierte en la antesala de otro peor.

Además, de ambos lados se viola el Derecho Internacional Humanitario que dispone: “Las partes en conflicto harán distinción en todo momento entre población civil y combatientes, y entre bienes de carácter civil y objetivos militares; además de prohibir la realización o amenazar con actos que aterroricen a la población civil y ‘ataques ciegos’, indiscriminados, que no están dirigidos contra un objetivo militar concreto”.

Por lo antes relatado, es evidente que los ataques israelíes, no han logrado debilitar a Hamas y una victoria total es imposible. Las grandes potencias y la Organización de las Naciones Unidas deben presionar por una solución definitiva al conflicto, que asegure la existencia de un Estado palestino y el derecho que tiene el pueblo judío de vivir en paz.