Sí parecen lo que son

Pablo Granja

Elena Anna Staller nació en noviembre de 1951 en Budapest. De acuerdo a sus datos autobiográficos fue abusada sexualmente a los 10 años; a los 13 ya era modelo; violada a los 14; camarera de un hotel de Budapest, en donde es reclutada por los servicios secretos húngaros para fotografiar los documentos de los huéspedes, a quienes también hacía hablar utilizando los magníficos atributos con los que la Naturaleza le había dotado. Adquirió la nacionalidad italiana al casarse con un huésped, y conoció a un productor de cine porno con el que conducía el programa radial ‘¿Quieres acostarte conmigo?’, adoptando el seudónimo de ‘Cicciolina’. El programa consistía en mantener diálogos telefónicos espontáneos, explícitos, eróticos y calientes con sus radioescuchas. Al migrar a Italia se produce su salto al cine, interpretando a una estudiante lesbiana que se enamora de su profesora. Por su temperamento desprejuiciado apareció desnuda en una discoteca y en las portadas de Playboy, y como cantante en la TV ataviada únicamente con velos. Utilizó la fama adquirida como viento de cola para emprender el vuelo en la política, llegando al Parlamento en 1987, con una agenda en contra de la energía nuclear y del ingreso de Italia a la OTAN y a favor de los derechos humanos. Se ofreció a tener relaciones sexuales con Saddam Hussein para detener la Guerra del Golfo, abogó por la libertad sexual de los presos, la despenalización de las drogas, la promoción de la educación sexual en las escuelas y la eliminación de toda censura. Al no ser reelecta al Parlamento, en 2012 fundó su propio partido ‘Democrazia, Natura, Amore’, cuyos objetivos incluían la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, la reapertura de burdeles, un salario mínimo garantizado para los jóvenes y cambios en el poder judicial.

Si nos remitimos a la etimología, la política constituye una interacción permanente entre la ciudadanía y los asuntos públicos, en una dinámica en que la ideología conduce a la ciudadanía, transformándose en guía a través de una delegación o un mandato. La aplicación y aceptación de las valoraciones ideológicas depende de la reflexión que provocan en los grupos sociales, y de los modelos de gobierno que se proponen. Quienes aspiran a conducir el Estado, desde distintas funciones, se constituyen en el ejemplo y espejo en que se mirarán sus simpatizantes porque su papel es orientar, guiar hacia un objetivo, que debe ser el de alcanzar el bien común. Quienes aspiran a destacar en política deberán ser preparados, pero también reunir cualidades como la honestidad, la sinceridad, la decencia, la firmeza sin grosería, la empatía sin alcahueterías; sin confundir lo popular con lo vulgar, ni la simpatía con lo chabacano. A menos que haya el propósito de sustituir los valores de la ética y la estética, por otros que no requieren sustentaciones morales y pretendan normalizar comportamientos inapropiados y grotescos, para cautivar públicos de mentalidades laxas.

Esta combinación de ideología con exaltaciones trastornadas es más común en partidos y movimientos progresistas; como los compadres del siglo XXI que pretenden convencer que eliminando la tipificación del delito se acaba con la delincuencia. Para López Obrador, por ejemplo, los ricos son víctimas de los secuestros por tanto hay que acabar con los ricos; y así, sin clientela se acaba el negocio del secuestro y desaparecerán los secuestradores. En nuestro país estamos verificando la receta, con el intento del bloque parlamentario que pretende cambiar los tipos penales para limpiar el palmarés de campeonato mundial de sus líderes y ex colaboradores sentenciados, prófugos, bajo investigación o sospecha. La erosión de los valores tradicionales se potencia al elegir a ‘cicciolinas’ que en la radio y TV digital declaran que no tienen vergüenza en reconocer cuántas veces se autocomplace a la semana, agregando que la mano propia sabe más que cualquier pareja. Elegirlas no solo es culpa de los votantes sino de quienes las proponen como candidatas, y también de quienes al pactar permiten que adquieran roles protagónicos en política. En la antigua Roma, el emperador sentenció que “La mujer del César no solamente debe ser sino parecer”. Aquí hay quienes no disimulan y sí parecen lo que son.