La tercera ola

Pablo Granja

A diferencia de otros analistas, Agustín Laje sostiene que son tres las olas del feminismo: la primera es ilustrada, liberal y sufragista. La segunda corresponde al feminismo marxista; para explicarlo se remonta a la obra de F. Engels “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, publicada en 1884, en donde sostiene que en las sociedades primitivas los hombres practicaban la poligamia y las mujeres la poliandria, por lo que los hijos de cada uno se consideraban de ambos; llegando a sostener que en los “matrimonios por grupos” no había límites morales ni para el incesto. Engels agrega que en este comunismo primitivo, la única que conoce la verdadera paternidad de los hijos es la mujer, lo que le confiere una ventaja para establecer una sociedad matriarcal, que da paso al patriarcado y al matrimonio monogámico con el inicio de la acumulación de bienes, la propiedad privada, el surgimiento de las clases sociales, la explotación de unas sobre otras, la explotación sexual. Engels teoriza que: “… la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción”. Coincidiendo con Flora Tristán, Engels afirma: “El hombre es en la familia el burgués; la mujer representa en ella al proletariado”. Y en cuanto al método de lucha para alcanzar su liberación, sentencia: “La liberación de la mujer exige, como condición primera, la reincorporación de todo el sexo femenino a la industria social, lo que a su vez requiere que se suprima la familia individual como unidad económica de la sociedad”. En 1921, la feminista Aleksandra Kollontay reafirma el objetivo en estos términos: “El Estado de los trabajadores acudirá en auxilio de la familia, sustituyéndola; gradualmente, la Sociedad se hará cargo de todas aquellas obligaciones que antes recaían sobre los padres”.

Pese a estas supuestas extensiones de derechos, el régimen comunista soviético no incorporó a las mujeres a las estructuras jerárquicas del poder, pero motivó a las comunistas de Europa a inspirarse en un ejemplo sobre algo que no había ocurrido. Llevadas de la pluma de Simone de Beauvior se inició la tercera ola del feminismo con la distinción del sexo biológico y la identidad de género, dando un giro a la estrategia feminista de Engels – relacionada con la incorporación de la mujer a la producción y al trabajo – para redirigirse a la destrucción de la estructura cultural de la sociedad, sus bases religiosas, jurídicas, familiares, etc. Los pronunciamientos más extremistas provienen de la canadiense Shulamit Firestone, que aunque ocasionen repugnancia es necesario conocer los cuatro ejes en que se basa: “1) Abolir la función reproductiva de la mujer y aplicar la reproducción artificial y legalizar el aborto; 2) Lograr la absoluta independencia económica de mujeres y niños, para lo cual se requiere abandonar el capitalismo y acogerse al socialismo; 3) Destruir todo aquello que resguarde la individualidad, tales como las distinciones culturales hombre/mujer y adulto/niño; 4) Lograr la libertad de todas las mujeres y niños para hacer lo que sea que deseen sexualmente”. Al desarrollar estas propuestas, especula que “después de unas pocas generaciones, las relaciones entre personas de edades muy dispares se conviertan en algo común…”. En su desvarío justifica el incesto, la pedofilia y la homosexualidad como tabúes que deben ser superados “para evitar que los niños no crezcan reprimidos sexualmente”, sugiriendo que los padres sean quienes puedan iniciarlos en la vida sexual.

Para que no aparezca como un intento de distorsionar el sentido del pensamiento neo marxista que caracteriza a la tercera ola feminista, en “El libro negro de la nueva izquierda – Ideología de género o subversión cultural”, escrito a dos manos entre Nicolás Márquez y Agustín Laje, los autores citan una abundante y detallada bibliografía que garantizan la legitimidad de sus citas y asertos. Además, ¿no es esto lo que está ocurriendo en nuestros días en algunos países supuestamente adelantados y con gobiernos progres?