Reinaldo

Pablo Escandón Montenegro

Se cumplieron 33 años del suicidio de un escritor del que muy pocos hablan, al que muy pocos leen, y sobre el que muchos callan. ¿Por qué? Simplemente porque es un grande de las letras en castellano, pero que no se encasilló con ninguna corriente o moda de escritura. No fue comprometido con nada sino solamente con su obra y su libertad.

Reinaldo Arenas fue perseguido por el régimen cubano de Castro. Salió en los ochenta como uno más de los ‘marielitos’ que llegaron a Miami y desde allí su obra se difundió. No le gustó la vida en la Gran Manzana. Se sintió como en la isla, pues no era la libertad que buscaba y que solo sus novelas, cuentos y poemas le podían dar.

Reinaldo Arenas es de esos escritores que nadie estudia en las universidades por desconocimiento de muchos de los docentes, y por rechazo de estos mismos, pues la estética y la temática de la obra de Arenas, que en su mayor porcentaje tiene que ver con la crítica al sistema castrista, también trata y extiende el legado de Carpentier.

Cuentos y novelas tan bien logradas con un barroquismo reinventado, con una maestría en la mezcla o hibridación de géneros diversos, hacen que su obra sea una refundación de lo que realmente es la literatura que linda entre lo mágico, fantástico y barroco, como los retablos de las iglesias en el centro de Quito.

Además, el humor en la obra de Arenas es de un refinamiento tal que no todos pueden reír con las escenas y hechos que les ocurren a los personajes. No es un stand up comedy ni un chiste. Es humor pensado desde la construcción de un mundo alucinante, como su novela sobre Fray Servando Teresa de Mier.

Con su novela ‘El portero’, el humor en la literatura encuentra un puntal en la construcción y disfrute de obras de este género, que no le deben nada al cine, ni a la televisión, en donde encontramos obras simplonas de risa fácil.

Reinaldo sigue vivo en sus obras y su carcajada se escucha cada vez que se abre una de sus novelas.