Escuelas de comunicación

Pablo Escandón Montenegro

En el cambiante y vertiginoso mundo actual, hace varias semanas un profesor universitario lanzó una gran verdad: ¿dónde está la escuela de comunicación? Y no se refería a las estructuras administrativas en las facultades de las universidades nacionales, sino a saber si realmente se estaba formando o se había formado una real propuesta académica de pensamiento propio, de métodos de estudio que generen diferencia de otros espacios y propuestas, es decir, se refería a si en Ecuador había una escuela de comunicación, con teoría, método y aplicación, no solo para el análisis sino para la creación de productos mediáticos, procesos educativos y acciones en las diversas esferas de opinión.

Desde la transformación de las escuelas de periodismo en facultades de Comunicación, allá en los años 80, producto de la tendencia de pensar las comunicaciones más allá de los medios, aquí en el país, hubo una escuela, pero se quedó en los 80 del siglo XX, con idearios de ese momento y procesos de esa década, lo cual es completamente errado y poco funcional pensar con esos conceptos y aplicar métodos y teorías que no encajan en un siglo de pantallas, de IA, de pandemias…

Pensar la comunicación desde los clásicos para muchos docentes resumidores de libros no es la aplicación de Italo Calvino cuando habla de por qué leer los clásicos, desde una posición actual para recuperar la esencia del ser humano y sus emociones, pensamientos y sensaciones; en el caso de lo comunicacional, esos “románticos” quieren volver a las situaciones vividas, a las condiciones conocidas, porque solo saben explicar escenarios pasados, pero no proponer futuros.

Y la verdadera escuela de pensamiento, imagina realidades venideras, propone mundos posibles, pero sin la falacia de que la situación y condición actual debe finalizar: ahí están los revolucionarios trasnochados, que no aplican sus teorías porque el sistema actual no se los deja; eso es una vagancia supina y una inmadurez intelectual.

El verdadero maestro no solo que practica su catequesis, sino que también la aplica en su vida diaria y en sus investigaciones, que para muchos de los resumidores de libros, es incompatible, pues pensar e investigar está peleado por ser ámbitos epistemológicamente opuestos, ya que el mundo de las ideas no es el preciso para el mundo de los hechos.

La escuela de comunicación ecuatoriana se basa en cómo los dogmáticos enseñaron a leer a sus clásicos y no a los clásicos, como lo dice Calvino: sesgaron la teoría con la práctica investigativa y sancionaron métodos. Ese es el verdadero aporte de los académicos de la comunicación en el país: cortar la vertiente universal de conocimiento para restringirla a sus convenciones o limitaciones.