Octubre 2019

La impunidad llegó a convertirse en un acto diabólico al hacer política. Una condición histórica indignante de ignominia se produjo cuando se dejó sin castigo a quienes violentaron Quito. Una contradicción de la fe pública realizada por la Asamblea Nacional para legitimar la ausencia de responsabilidad ante la destrucción e incendio de la capital tras un intento golpista, mezclando delitos como el terrorismo, el crimen organizado, el secuestro de policías y periodistas, la tortura y manoseo a mujeres, asociación ilícita o el tráfico de tierras y la minería ilegal. Un despropósito que pone en riesgo la democracia, el aparato de (in)justicia y los derechos humanos.

Toda impunidad es reprochable. EEUU retira las visas de Abdalá Bucaram y su familia ante evidentes y reiterados actos de corrupción que el sistema de justicia local no los resuelve. Esto por el negocio paradójico oculto de la justicia: abogados, procesos, jueces, testigos, defensas, sentencias y amnistías. Un callejón sin salida que requiere una especie de confesores de otro purgatorio, llamado Departamento de Justicia de Washington, que acompañan al desbarajuste de nuestra realidad penal, hoy agravada por la interferencia de un poder legislativo desprestigiado y los tentáculos del narcotráfico activos. De ahí, la lista “made in USA” pendiente de narco generales, narco jueces o fiscales a la carta.

Impunidad demencial y aplastante, como la invasión de tierras de Antonio Vargas, con sentencia condenatoria ejecutoriada, hoy levantada; o, Leonidas Iza, condenado en primera instancia, libre y presidenciable. De los 268 beneficiados, la mitad mantenían sus procesos en investigación previa; y, al delito de secuestro, según un político, se lo justificó por “retención de personas” para aplicar justicia indígena. Un abismo jurídico junto a los ataques cibernéticos y bases de datos desactualizadas que destruyen por completo la confianza en cortes y en un aparataje de tribunales de (in) justicia.

A estas alturas esperemos el regreso humillante del gran saqueador y el secreto del “lawfare” a la vista. “El dinero es impunidad”, como dice la novela El castillo de Barbazul. Un octubre 2019 con jeans rotos para agitar mujeres, 40 ladrones sin Alí Baba y zapatos rojos para pregonar la lucha antidesfachatez.  Falta lo que llaman la ‘muerte cruzada’ para exterminar seres disolutos, conspiradores, sátiros y lascivos.

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