Ni Puebla ni Madrid

PACO MONCAYO

Ni Podemos ni Vox… Ni Stalin ni Franco.

En el año 1990 se formó el Foro de Sao Paulo y en julio de 2019 el Foro de Puebla, con el evidente objetivo de remozar la desgastada imagen del primero. Con un discurso engañoso, proclama fortalecer la integración regional, unificar el Progresismo, “reconociendo las diferencias y promoviendo la convergencia”; articular políticas orientadas a la inclusión social, la protección del medio ambiente, el respeto a las diversidades, etc. Los miembros, supuestamente, participan a título personal, no representan a partidos, gobiernos, ni países. Sus detractores lo denuncian como una nueva estrategia del socialismo del siglo XXI y el comunismo, que busca lavarse la cara del fracaso de sus gobiernos y la demencial corrupción de sus líderes.

Desde el otro enfoque ideológico, el líder de la extrema derecha española, Santiago Abascal, presidente de la fundación ‘Disenso’, se ha proclamado impulsor de “la batalla cultural a la izquierda”, a nivel de la ‘Iberosfera’ para, supuestamente “frenar el avance comunista”. Con estos fines, el 26 de octubre del año anterior, propuso la denominada ‘Carta de Madrid’, con el atractivo pretexto de “defender la libertad y democracia en la zona iberoamericana, en contra de los regímenes totalitarios de inspiración comunista y socialista”, a fin de resguardar “el Estado de derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada”.  Algunos personajes ecuatorianos han firmado la mencionada carta.

El Ecuador ya fue víctima de una forma de colonialismo ideológico, impulsado por grupos extremistas españoles, que llevó al poder a Alianza País en el año 2007, para implantar el nefasto modelo del Socialismo del Siglo XXI. Ahora, cuando inicia un nuevo período de gobierno, en un país asolado por la corrupción política y la pandemia del Covid-19, causa alarma la presencia de una tendencia política extrema de la derecha española, con pretensiones mesiánicas de liderazgo político sobre una Latinoamérica que no puede constituirse, nuevamente, en el campo de batalla en el que se diriman intereses hegemónicos extranjeros, como ocurrió desde mediados del siglo anterior.