Navidad a las puertas

Alfonso Espín Mosquera

La religión y, lo que es más grave, la fe se han convertido en manifestaciones comerciales que   abruman y molestan por lo grotescas que se muestran , sobre todo en Navidad, época en la que se pierde todo límite y las compras, los obsequios, las cenas y todo tipo de extremos, jamás coincidentes con la naturaleza divina de las fechas, se exacerban a tal punto que nunca es más cierto el consumismo, que cuando a nombre del nacimiento de Jesús, se estrenan todo tipo de estrategias de márketing, que superan lo visto y oído y, los seres humanos se deshumanizan detrás de los escaparates del comercio y pierden sus razón de ser en una franca lucha por comprar a más no poder.

Desde luego que hay grandes sectores poblacionales que hundidos en la pobreza son impedidos de gastos porque sus presupuestos no alcanzan, pero la fiesta navideña no se compadece de los bolsillos, peor aún de las reflexiones. Arrasa con todo lo que esté a su paso y entonces deja deudas como frustraciones, despilfarros como intentos de suicidio, organismos enfermos de tanta gula y cuerpos desnudos de hambre y pobreza.

La religión, consciente o no, es responsable de todas esas taras comerciales. La fama de los santos, de las múltiples advocaciones de la Virgen, la figura del Papa, los lugares santos; en fin, tantos motivos de esta índole, son motivo de turismo y comercio.

El Vaticano, por ejemplo, mueve millones de euros por las visitas de los turistas que quieren perennizar su estancia allí con objetos santos: rosarios, estampas, cuadros, llaveros con la efigie del santo padre; de figuras de los santos, todos en distintas calidades y precios. La inventiva popular ha hecho miles de objetos y ha convertido la devoción en un souvenir. Cientos de turistas de diferentes rincones del mundo caminan por la Basílica de San Pedro sin ningún motivo espiritual, igual que lo hacen en la Iglesia de la Compañía, o en Machu Picchu ávidos de la mejor fotografía. Alrededor de las históricas construcciones que hablan de la vida espiritual y en las que aún se celebran actos litúrgicos, se dan los sacramentos, o se predica sobre el evangelio diario, justamente en las afueras de estas fastuosas y monumentales obras, los restaurantes, también hacen su agosto con los turistas, igual que las tiendas de recuerdos.

Hay un pasaje bíblico que cuenta cómo Jesús expulsó a los mercaderes del templo. Hoy ese conglomerado sostiene la economía de millones de personas que directa o indirectamente se relacionan por el comercio.

La Navidad desgraciadamente canta villancicos en el mundo entero, utiliza gorras de papa Noel  y se viste de rojo con verde, para seducir a nuestro espíritu consumista, en una especie de contubernio con las casas comerciales y el sistema financiero que, seguro,se verá más próspero en enero.