Prófugos y libres

César Ulloa

¿Cómo se puede creer en la justicia, si los corruptos están libres pese a su condición de prófugos? A la vista varios ejemplos. Desde el excontralor con puntaje de 100/100, gracias al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social de esa época, hasta el exdirectivo del IESS, antes cuadro de la ID, luego de la Revolución Ciudadana para convertirse en fundador del partido Avanza. Esto solo para mencionar dos casos, sin perder de vista los que se fueron del país, dejando el grillete electrónico en cualquier parte como si nada. Entonces la impunidad amplía el descrédito en las instituciones al punto de no creer en nada y casi en nadie, síntomas del origen de un Estado fallido.

Ahora ya están libres otritos y sin devolver ni un solo centavo, de los que se multiplicaron en miles de millones de dólares en la época de mayor bonanza con el segundo boom petrolero del país. Esto no solo causa indignación, provoca repugnancia, pues mientras los corruptos están libres y los otros salen de la cárcel con ‘selfie’ incluida, atrás están millones de niños y niñas con desnutrición crónica infantil, un ejército de desempleados en la calle y centenas de miles de personas cargando la deuda externa. La corrupción es la mayor expresión de violencia para nuestra sociedad y la impunidad es su metástasis. Estamos en terapia intensiva.

Así no se puede creer en el futuro, pues millones de personas salen a ganarse el pan con la mayor honradez, sacrificio y lealtad, mientras al otro lado, una caterva de corruptos roba el futuro a la actuales y nuevas generaciones. En este escenario, lo que más nos indigna es que hay políticos y políticas que defienden la corrupción y justifican las obras con sobreprecio como si se tratara de naturalizar el atraco, como forma de ganarse la vida y diluir los valores esenciales de la sociedad: la ética para la convivencia social.

El pueblo no es ingobernable, es la falta de gobernantes con valores y sentido de país que distorsionan la vida política y la vuelven un basural. Para volver a creer necesitamos otra clase política, no de cosméticos, sí de ejemplo y eficiencia. Lo demás es demagogia y más de lo mismo.