Milei

Matías Dávila

Matías Dávila

Una delgada línea divide al actor histriónico del político minarquista y ultraderechista; al majadero que no repara en decir “zurdo de mierda” a cualquier fulano que huela a izquierda en un plató de televisión, del Ser Humano conflictuado, ese que odia a su padre. Javier Milei se siente sumamente cómodo frente a las cámaras de televisión y los micrófonos: es un showman, un bravucón de la élite política que él mismo condena. Es, según ‘El País’ de España, el Donald Trump latinoamericano. Y es que tipos como Milei son sumamente complicados de etiquetar.

Javier Milei personifica el malestar del pueblo argentino que una vez creyó en los Kirchner. Y tal vez nos confirma que no hay solo un camino para llegar a Roma: se puede llegar desde la derecha radical de Giorgia Meloni en Italia, desde el socialismo de Pepe Mujica o desde Santiago Abascal de Vox en España.

Estos fenómenos responden al hartazgo de una sociedad que mira como los políticos se llenan los bolsillos elección tras elección, y la población se ve cada día más marginada. 

Parecería que ya no importa caer más bajo, que ya no tiene relevancia el armar a la población civil para que terminemos por matarnos entre nosotros, que es muy poco significativo el odiar a los migrantes y a los homosexuales. Da la impresión de que la desesperación por acceder a una oportunidad laboral, a pacificar las calles de la violencia de las maras y del narcotráfico o a mejorar la economía del día a día (no la de las reservas internacionales), hacen que nos ceguemos y que veamos ‘factible’ votar por el primer idiota que aparezca en las noticias destilando odios.

Milei es un truculento y violento comediante que encarna el descontento de un pueblo al que le han mentido, al que le han robado. Milei es un matasiete que grita y ridiculiza. Es la derrota del sentido común, paradójicamente, desde una intachable formación intelectual.