La Virgen de los sicarios

Mayra Aguirre Robayo

La novela de Fernando Vallejo (1994) tiene una mirada amplia de la violencia colombiana de fines del siglo XX. El autor nació en una familia rural de Antioquía (1942). Su homosexualidad es transgresora de los preceptos familiares. En su regreso a Medellín enfoca la novela al narrador-personaje como un intelectual que se enamora de los sicarios Alexis y Wilmar sin tener juicio moral. Muerto Alexis, Fernando se relaciona con Wilmar. Los amores con los sicarios son para el narrador-personaje:  atracción y repulsión sin moralidad. Sabe que es el asesino de Alexis es Wilmar y no le interesa el honor. La violencia como voz colectiva es un personaje colombiano cotidiano. El matar por encargo tiene candidez e inocencia porque cumple órdenes de terceros. El nihilismo moral es esencial en los sicarios. El tráfico de órganos: un méndigo fue despojados de sus ojos para un estudio universitario. Se justifica la pobreza por causas psicoanalíticas basada en los instintos de Eros y Thánatos. El exterminio de niños es una salida vital. No a la defensa de los derechos humanos. No a la represión estatal. Se desprecia la nacionalidad colombiana. Se menosprecia al campesino por haber llegado a la ciudad y provocar la violencia. En ‘La Virgen de los sicarios’ hay un discurso racista, se le acusa al obrero de explotador de sus patrones. Se mata a una mesera por una servilleta y a un taxista por tener música alta. El individualismo contemporáneo reina en las voces colectivas (Lipovetsky La era del vacío). Desde Bajtín sería el lenguaje de la plaza pública. La novela recoge el lenguaje popular, el humor. Cinco sicarios serán sometidos a juicio por el magnicidio de Fernando Villavicencio. El pragmatismo cínico del presidente para que sus leyes económicas sean aprobadas en la Asamblea pactó con el correísmo y los socialcristianos para destituir al vocal y expresidente de la Judicatura Fausto Murillo para meter la mano en la justicia una vez más.

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