A veces es mejor callar

Martín Riofrío Cordero

A menudo pensamos cosas no queremos decir. O decimos cosas que en realidad no pensamos. A mí me sucede con frecuencia. Soy una persona que trata de ser lo más transparente posible. Por eso, a veces, no tengo filtro. Digo lo primero que se me viene a la mente. Me sucede, sobre todo, con bromas pesadas. Reconozco que la clase de humor que tengo no es algo que agrade a todo el mundo. Eso me ha suscitado ciertas enemistades o malos entendidos. Y para mi poca fortuna, en muchas ocasiones, ni siquiera me doy cuenta. ¡Porque aparte de imprudente, soy despistado!

Este es un rasgo de mi personalidad que con los años he trabajado. Recuerdo cuando era niño, y un poco a escondidas, íbamos con mi abuela y compañía (a veces mi mamá, a veces mi bisabuela) a comer en restaurantes o cafeterías. Digo un poco porque nos escondíamos de mi abuelo, que sabía de nuestras andadas. Por eso, tan bien que me conocía él, cuando llegabamos a casa, medio en broma y verdad, me decía:

–Ustedes se fueron a comer algo. Hasta acá te huelo -preguntaba, risueño-. Dime: ¿A dónde se fueron?

Y yo, que tenía ocho o nueve años, me sentía atrapado. Pensaba que de verdad mi abuelo podía percibir el olor a comida con tan solo saludarme.

En ese momento confesaba. Sí, nos fuimos a Sweet and Coffee. O: sí, nos fuimos a comer un sánduche en El Español.

Él reía, y luego reclamaba a mi abuela, con su humor tan característico, que por qué nos pasábamos la vida comiendo afuera.

–Ay, Martín -me decía mi abuela-. ¡Qué imprudente que eres!

Por eso, y muchos momentos más que he vivido, he aprendido una cosa muy importante.

A veces es mejor callar.

Se dice que las relaciones sociales se trabajan hablando, conversando, riendo. Sí, es verdad. Un buen conversador puede acaparar la atención en una fiesta. Conquistar con mayor facilidad a la chica que le gusta. Tener éxito en los negocios. Así mismo, es verdad -y esto seguramente no te lo dicen los libros de autoayuda empresarial o seducción, tan en boga en esta era de hiperproductividad y capitalismo inevitable- que gran parte de los vínculos con los demás se trabajan a través del silencio.

El silencio es tan necesario como el habla. Así como decir lo correcto en circunstancias correctas ayuda, también ayuda a preservar o mejorar la relación con un amigo, amiga, jefe o jefa, novio o novia, callar. No decir lo que pensamos en ese momento, o no decir, incluso, lo que es evidente. Bien dice el filósofo español Daniel Innerarity, en un artículo titulado ‘‘Una defensa de la hipocresía’’: ‘‘El avance de la civilización no ha consistido sólo en liberar la expresión, sino en aprender a guardársela siempre que había que proteger un bien mayor, por ejemplo, la convivencia’’.

No se trata de mentir.

No se trata de hipocresía.

Se trata de callar cuando no hay nada bueno que decir.