Soluciones vagas y ambiguas

Manuel Castro M.

Cada vez que el gobierno adopta o intenta una medida legal o administrativa contra la inseguridad, crisis económica, desempleo, eliminación de brechas de salarios, reformas laborales, políticos que no están en ese gobierno, analistas sesudos, editorialistas las critican y hasta con cierto fundamento, pero cuando se les exige o sugieren soluciones afirman que lo que se precisa es “cambios estructurales”, no “parches”.

El cambio de estructuras que todos piden sin profundizarlos consiste en algo más serio: cambio de la organización, de la configuración del sistema. Así fácilmente se podría pensar -sin meditar mayormente- que lo que se requiere es una monarquía, o gobierno marxista con revolución permanente, o democracia parlamentaria o convertirnos en protectorado de algún poderoso, o la “Patria Grande” donde gobernaría AMLO, Maduro, Ortega o Díaz-Canel o presidencias vitalicias estilo Putin o Bukele. Todo es eventualmente posible pues en la realidad existen reinos y repúblicas, con elementos dispuestos y ordenados para sostener a las diversas sociedades humanas. Son firmes esqueletos donde entra o no entra el sistema democrático.

Se afirma que los pueblos ya no soportan a los políticos, sin embargo, ellos mismos los eligen o imponen o se dejan imponer. Hasta ahora no hay un sistema distinto de elegir a los mandatarios: por sucesión en las monarquías; o en forma ilegítima y a dedo como en las dictaduras; o mediante elecciones, generalmente libres y transparentes, como en las democracias.

Luego el tal cambio de estructuras, sin expresar con franqueza o conocimiento cuáles se sugieren, se convierte en un desfile de palabras no de ideas consistentes. Hasta los más radicales revolucionarios -de boca- no se rebelan contra los abusos -que soy de hoy- sino contra los usos, como dice Ortega y Gasset. Y lo más grave es que tales revolucionarios -de inexistentes derechas o izquierdas- quisieran eternizar un estado de cosas que solo se puede tolerar momentáneamente. Y olvidan que “Jamás habrá revolución sin terror”, como alguna vez expresó Napoleón, época en la que empezó de revolucionario, luego a emperador y sus familiares sucesores a reyes, cambiando las estructuras más no los personajes.

Bien dice Borges: “A todos nos ha tocado vivir las épocas más difíciles”. Entonces, hay que hacerlo con los pies en la tierra, con menos ambiciones politiqueras y más visión, que sí la tienen unos pocos elegidos, que con agudeza dice Marañón: “La mayoría de los hombres mueren para ser enterrados; solo los elegidos mueren para resucitar”.