Pesimismo en bloque

Manuel Castro M.

Andrés Oppeheimer en su último libro ‘¡Cómo salir del pozo!’, que trata sobre las nuevas estrategias de los países, las empresas y las personas en busca de la felicidad, afirma que una ola de descontento recorre el mundo y cada vez menos personas se sienten verdaderamente felices. La observación interesante, tras exhaustivas investigaciones, es que el crecimiento económico -el párametro que se usa para medir el progreso- es necesario pero no suficiente para aumentar la felicidad. Como contraparte la inseguridad económica casi garantiza la infelicidad de las personas, lo que es obvio: la pobreza, el hambre, el desempleo, la violencia mantienen la desesperanza.

Hay otros factores para la infelicidad -dice- como la perdida de la comunidad, la carencia de propósito y la adicción a las redes sociales, que alimentan tal desesperanza. Sin embargo sostiene que están surgiendo soluciones concretas y accesibles para “aumentar la satisfacción de la vida”.

Aquí entra un nuevo elemento específico sobre América Latina: es un continente pesimista. Los latinoamericanos tenemos fama de ser alegres, amigueros y felices, pero cuando los encuestadores preguntan sobre el pasado y futuro de nuestros países, estamos entre los más pesimistas del mundo, concluye Oppenheimer. Basado en un sondeo de Latinobarómetro, entre más de 20.000 personas en 17 países de la región, mostró que la desesperanza es cada vez mayor; y que sólo el 19% de los latinoamericanos piensan que sus países están avanzando; y que esta visión pesimista, por más anclada que esté en la realidad, tiene un efecto paralizante.

Actualmente los ecuatorianos somos un país deprimido, falto de energía y creatividad. Es que nos han fallado nuestros dirigentes, no solo por falta de preparación, sino por ausencia de ética y propósitos nacionales. Un leve respiro ha despertado la operación Metástasis, tal vez por una naciente esperanza de acabar con la corrupción y la impunidad. Por lo menos ya se considera que no es rumor la entente entre el crimen organizado, el narcotráfico y los poderes del Estado, pues han surgido evidencias con nombres y apellidos. Debemos, pues, acabar con la manida frase de “Este país no tiene remedio” y tener un pronóstico optimista sobre el Ecuador, pero para ello debemos sumarnos todos, ser corresponsables. No caer en el fácil chiste negro de los argentinos: “La única salida que tiene este país es el aeropuerto internacional de Ezeiza”. El capitalismo consciente de Milei ojalá contradiga tal broma.