Consenso: utopía de las utopías

Manuel Castro M.

El consenso entre las fuerzas políticas y sociales es un encomiable deseo de buena parte de los ecuatorianos, como la más apta solución a los problemas de confrontación de poderes y para alcanzar metas comunes en beneficio general de la Nación. Esto es llegar a un acuerdo o conformidad entre los partidos y movimientos políticos, la sociedad civil y las personas que pertenecen a nuestra colectividad.

Para el correísmo es ‘pésimo negocio’ ponerse de acuerdo con los movimientos adversos, pues exige volver al pasado con su líder, la revisión de los juicios penales, o sea la impunidad; un sistema poco democrático estilo Maduro, llamado socialismo siglo XXI: economía centralizada, partido único, funciones legislativa, judicial y electoral sometidas a un plan de gobierno. Acciones que, además, las tiene avanzadas pues contará con mayoría en la Asamblea Nacional.  Aunque, tapadamente, con un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, controlado por uno de sus adeptos; un Consejo de la Judicatura dirigido por un personero poco serio a sus órdenes; una Función Electoral que induce a creer que no actúa imparcialmente y apegada a la ley; jueces designados casi vitalicios, aparentemente propios y dispuestos a una revisión de sentencias penales de sus más altos dirigentes. Ha intentado destituir a los miembros de la Corte Constitucional, mediante ridículas maniobras del Consejo de Participación Ciudadana. Una piedra en el zapato es la Fiscal General, cuya salida sería el único acuerdo que aceptaría para llegar a algún arreglo. Obtener, mediante acuerdos, la renuncia parcial o total a todo que tiene planificado el correísmo, es irreal.

Un acuerdo con las organizaciones de narcotraficantes sería inaceptable: pues se les exigiría que dejen un negocio tan rendidor, a cambio de impunidad. Finalmente es inmoral transar o acordar con criminales y mafiosos. Igual con las pandillas, aunque una revisión de la situación social y económica de las clases más necesitadas del Ecuador es un imperativo para reducir la violencia y la inseguridad en el Ecuador. Es factible un consenso con los trabajadores, sindicatos, Academia y organizaciones sociales. Igualmente es posible concordar con los movimientos indígenas, pues en mucho de sus planteamientos tienen la razón, salvo cuando recurren a la violencia lanzados por Iza cuya aspiración es imponer “el comunismo andino o la barbarie”. El consenso no deja de ser un ideal de gobierno en una sociedad perfecta y justa, que no es precisamente la ecuatoriana.