Los peores al mando

El pueblo se queja de los políticos y hay un coro de opinantes que concuerdan. La realidad es que ese mismo pueblo ha escogido a tales gobernantes y, salvo excepciones, se ha equivocado; bien sabía quiénes eran aquellos. Escogió desde congresistas entre deportistas populares, faranduleros o reinas de belleza, desde luego aupado por una izquierda populista, semimarxista y siempre destructora del sistema democrático.

Para presidente de la República se ha entusiasmado por malos, mediocres y vulgares. Solo hay que revisar el catálogo: en Venezuela Maduro, de chofer a Canciller y luego a presidente vitalicio, un hombre que habla con los pajaritos y reprime a fuego a su hambriento pueblo; Nicaragua, Ortega, soldado, santero, traidor, cogobierna con su esposa entre hechicerías, violaciones a sus propias parientes y arrebatos revolucionarios, casi el otro yo del odiado dictador Somoza; Lula, obrero bien intencionado, líder, pero que presidió una organización delictiva con Odebrecht, desde luego con la respectiva comisión; Bolsonaro, militar medio fascista que no respeta la naturaleza ni la pandemia; en el Perú, Pedro Castillo, maestro de escuela, rondero, vinculado con  Sendero Luminoso, quien afirma que “ya está aprendiendo a gobernar”; en Chile, Boric, dirigente estudiantil sin ninguna experiencia, está para vengar a Allende, humillando a las Fuerzas Armadas, a un Allende que tanta ruina causó a ese país y dio origen a los abusos de Pinochet.

Un aspirante como Petro fue pésimo administrador, del bando del Socialismo del Siglo XXI.  Él, la disidencia de las FARC, el ELN y Maduro su carnal podrían  acabar con la economía y las libertades en Colombia.

El Ecuador ya tuvo a Correa por voluntad popular -y casi no se va todavía- después de destruir su economía, instituciones, la moral, dirigir organizaciones criminales y aprovechar de los fondos públicos.

El hambre, las injusticias, las desigualdades son malas y engañosas consejeras. Hay que aprender que a los pueblos no los hacen grandes un solo hombre, una sola idea o el simple deseo, sino el trabajo, la visión y la unidad.