Los graduados de la UNIR

Rosalía Arteaga Serrano

En medio de noticias dramáticas, de situaciones límites en nuestro país, es reconfortante asistir a ceremonias en las que jóvenes y no tan jóvenes se incorporan como nuevos graduados en maestrías diversas, luego de un año redoblado de esfuerzos, en el que muchos de ellos pudieron armonizar sus trabajos personales con las demandas de estudios de calidad como los que la UNIR ofrece.

Así, en dos ceremonias ocurridas el viernes y el sábado, centenares de jóvenes de todo el país y algunos del extranjero, se dieron cita en el Centro de Exposiciones Quito, para recibir sus títulos en las más diversas ramas del conocimiento.

La emoción de los graduados y de sus familiares era evidente, las ganas de abrazar, de felicitar, de estrechar las manos, se puso de relieve en múltiples ocasiones, con los sentimientos a flor de piel y la satisfacción de haber cumplido una etapa que supuso sacrificios, pero que valió la pena.

Los estudiantes cursan estudios online, con la garantía de calidad, proporcionada por un seguimiento de cerca, gracias a tutores experimentados que acompañan de manera muy personalizada a los estudiantes, lo que garantiza la permanencia en primer lugar, pero también la posibilidad de rendir mejor en esos estudios que eligieron.

UNIR le hace bien al país. Vino a remover prácticas, a enseñar cómo hacer educación online, que demostró su utilidad, sobre todo durante la pandemia, pero también posibilitó que muchas personas que no habían tenido oportunidad de hacer estudios de postgrado lo hagan, remontando espacios geográficos y las obligaciones laborales, gracias a que pueden organizar su tiempo y acomodar los horarios.

Ver a las filas de estudiantes, con sus birretes y togas, recibir los títulos de manos de las autoridades universitarias, resulta emocionante, aleccionador, y ciertamente brinda esperanzas en un futuro mejor.