Los debates electorales

Pablo Escandón Montenegro

¿Para qué sirve un debate electoral? ¿Quién ve un debate electoral? ¿A quién le interesa un debate electoral? ¿Por qué obligar a un candidato a participar en un debate electoral?

Son preguntas que los consultores o los candidatos se hacen, pero que no es algo importante para muchos ciudadanos, pues ven al programa televisivo como un espacio mediático necesario para la democracia y para el debate entre seguidores.

Pero intentemos responder estas preguntas planteadas bajo la lógica que tiene no solo el ente regulador del proceso electoral sino todas las instituciones democráticas y los propios ciudadanos. Un debate electoral oficial sirve para que estemos completamente informados sobre lo que harán o no los candidatos.

Pero eso ya se está haciendo en las visitas que hacen las figuras públicas en diversos medios locales, regionales y nacionales, con sus caravanas y mítines, con sus publicaciones en redes sociales. No, esto va más allá de lo que puedan pautar y hacer prensa gratuita en los medios de comunicación, pues ningún candidato es tan inocente de ir a un medio sin saber cuál es su orientación y encuadre editorial.

Para qué sirve el debate, pues simplemente para poner a los y las candidatas en un mismo espacio con condiciones iguales para que desarrollen en un tiempo mínimo sus capacidades de respuesta ante una pregunta no imaginada. Si bien es un momento más de la campaña, no todos los candidatos saben manejarse en un debate, pues ven en este ejercicio mediático un buen espacio de promoción de su lema de campaña.

El debate electoral tiene un tiempo determinado en la televisión nacional y le importa a ese segmento de población que discute sobre la política, los medios y la economía, sin tener incidencia directa en ellas; es decir, es un programa para un porcentaje de la población que tiene en cuenta los datos políticos no para tomar decisiones, sino para polemizar con sus contertulios.

Los candidatos y su equipo de campaña son el público objetivo de los debates, no la ciudadanía, pues un debate político no define una votación, pero sí modifica ciertos elementos de la campaña y reorienta o afirma la estrategia establecida, aunque sea en el momento final de la carrera, en donde se busca el voto de los que aún no han decidido por quién hacerlo.

En el país, los candidatos presidenciales están obligados a ser parte de este programa y su ausencia es penada por el Código de la Democracia, incluso con el levantamiento de sus derechos políticos. Esta sanción tiene su lógica, pues si se genera toda una metodología de participación equilibrada y paritaria, es necesario que todos los actores políticos participen de ella y refuercen el ejercicio de una parte de la democracia.

Lo importante no son las preguntas ni los moderadores, sino los candidatos, pues en ellos está enfocado todo: cómo van vestidos, qué elementos distractores tendrán, cómo se dirigirán a sus contertulios… Allí está el verdadero debate, en las reacciones frente a los demás y cómo logran manejar improvisaciones durante casi tres horas.

Que el 13 de agosto, el debate sea un buen programa que demuestre una mejora en todo sentido: desde la producción, las preguntas y la participación de los candidatos.