Llave maestra del progreso

Franklin Barriga López

En países de Oriente se sigue afirmando que no es grande el hombre que vence a los demás sino el que triunfa sobre sí mismo, en franca alusión a la validez del espíritu frente a la materia.

En Occidente, el criterio platónico anhelaba proporcionar al cuerpo y a la mente toda la perfección posible, partiendo del ‘nosce te ipsum nosces universum et deos’ (conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses), como el comienzo de la sabiduría, que estaba escrito en lugar sobresaliente, a la entrada del templo de Delfos, en la Grecia de hace milenios.

El declive del sistema educativo generó en Roma la principal razón de su decadencia, al no haber inspirado, en los últimos tiempos de su imperio, el ideal de servicio social sino el parasitismo y la molicie, por esas tendencias del poder que relaja costumbres y aniquila inspiraciones superiores, como producir individuos que se sacrifiquen por la Patria, sobrios, aptos para sobreponerse a los reveses y llegar a la victoria.

Desde esas lejanas épocas, se ha visto en la educación la llave maestra para perfeccionarse y, por tanto,  progresar. Los países que han alcanzado un mayor grado de superación han encontrado en ella la base de su preeminencia, partiendo de la disciplina y la responsabilidad, con el fin de conseguir logros en los campos científicos y tecnológicos, que los impulsó a la vanguardia del desarrollo.

Los seres humanos son iguales, lo que les hace diferentes es la educación, afirma un razonamiento cabal y sentencioso. No puede conseguirse el bienestar si falta el ingrediente educativo que eleva a los pueblos y engrandece a los individuos.

En Ecuador, quienes resulten ganadores en los últimos comicios deben brindar el mayor apoyo a la educación en valores, lo que significará sembrar concordia, trabajo, decencia y tantos otros factores positivos para una vida mejor.