Los 100 días

Kléber Mantilla Cisneros

El éxito del gobierno de Daniel Noboa se sustenta en la guerra contra el narcotráfico; y, tal vez, su peor error, pactar en sigilo y sin explicar al país, con el ‘correísmo-socialcristiano’, quienes desde los poderes legislativo y judicial buscan la impunidad loca de prófugos y malandrines que no devuelven lo robado. Ellos penalizaron el acoso laboral digital bajo el argumento atípico de recuperar el discurso de la lucha de clases y concretar la dictadura del proletariado. Es decir, hallaron un enemigo anacrónico en común bajo el supuesto del empresario esclavizador del trabajador del nuevo milenio. Esto, en plena era del hiperdesempleo, de la cibercompetitividad mundial y del delirio por la inteligencia artificial.

‘Carrera de caballo, parada de burro’ sería la expresión más acorde con lo crucial de las 2.400 horas noboístas y su corte zalamera. Bueno, un balance positivo de partida por la militarización de las cárceles, el decomiso de toneladas de cocaína y la reducción de delitos como sicariato y extorsión. Una ruta espinosa, valiente, contra el narcotráfico y el resto de formas delictivas; pero, aún sin desenmascarar las finanzas de corbata ni los ejes de la narcopolítica. Los servicios de inteligencia no logran depurar la burocracia estatal y las cabezas temerarias ‘vende-parques y jardines’ desde alcaldías y universidades. Lo anquilosado de la corrupción que está en el sector energético y la minería ilegal.

Es que echar abajo un Código de Ética no simboliza la naturaleza de un líder. No es de un estadista resucitar el clientelismo enfermizo y compensar con consulados para inscribir un partido político. Al contrario, un mandatario que permite el nepotismo; y, se abre a la impunidad, apresura el descontento de las masas. El incremento de impuestos, el alto costo de la vida y la mentira política innecesaria, como eso de que se crearon fuentes de empleo cuando la migración se dispara por la pobreza, deterioran rápido la popularidad de cualquier rey. La impunidad incentiva la criminalidad; y, no hay fuerza policial ni investigación judicial capaz sin focos de inteligencia, ciencia y tecnología.

El anticorreísmo en expansión y la dilatación del proceso judicial por siete meses, que no plasma a los mentalizadores del magnicidio de Fernando Villavicencio, cultivan una fuerte oposición contra las élites políticas y judiciales, de las que Noboa ya es visto como representante. Lo complicado sería reelegirse sin transparentar los pactos y acuerdos boyantes. Claro, la ciudadanía percibe el pragmatismo grosero de la solución parche, la mocedad de la infidelidad al electorado; y, la suerte o mala suerte, de llegar a Carondelet tras la aventura de exequias electorales ajenas. Pero, ¿100 días son mucho y poco?

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