El menos malo

Kléber Mantilla Cisneros

Una dolencia de la sociedad ecuatoriana, que nos aflige y amenaza, es la falta de confianza en la gobernabilidad del país. El presidente electo, Daniel Noboa, debería saber que su prioridad está enmarcada en no repetir los fracasos y errores políticos y económicos del pasado. Caer en lo insólito de  un pésimo mandatario, cuando es dominado por la vanidad e ineptitud, y se dedica, hasta el final, a seguir viajando; en medio del colapso del sistema eléctrico y productivo nacional. Al tiempo que le heredará a su predecesor la violencia, las rutas y lavanderías del narcotráfico, el caos carcelario; y, en definitiva, las ciudades más peligrosas del mundo por su incapacidad para administrar una nación.

La impunidad frente a la corrupción no se puede confundir con diálogo político. Un nuevo gobernante está obligado a establecer un cambio profundo e integral que guíe las actitudes ciudadanas, sobre todo de la juventud; colocar la ética en el más sólido pedestal de la cultura y recuperar la conciencia social a través de innovadores procesos educativos. Rafael Correa, Lenín Moreno y Guillermo Lasso tienen investigaciones pendientes en Fiscalía y deben rendir cuentas en Contraloría -quizá del actual mejor calificado Xavier Torres Maldonado- si no queremos perder la esperanza de vivir una verdadera democracia. Los últimos tres regímenes, atendieron, con su sello personal, la desaforada ambición de clanes y grupos de poder que los apadrinaron.

Así y todo, siempre existió una férrea resistencia, rural y urbana, que el principiante Noboa, tendrá que identificar, evaluar y comenzar a levantar puentes. Hay líderes vigorosos opositores al socialcristianismo y al correísmo morenista mutante del deplorable lassismo saliente, que hasta podrían parecer indiferentes ahora. Sin embargo, es preciso hacer notar lo obvio: no repetir errores con los mismos actores políticos en un período tan corto de gobierno. La realidad socioeconómica y los problemas ambientales, de movilidad y de seguridad, siguen acumulándose. Mientras amplios sectores ciudadanos están saturados de pagar impuestos a cambio de servicios básicos deplorables. Un espejo: los groseros apagones eléctricos resultado de la improvisación, ineptitud y desgobierno.

Ante cada decisión equivocada y los desatinos de Lasso, cabe la pregunta: ¿qué hará o pensará Noboa? ¿Le es posible distinguir la avaricia de las élites que se alimentan con los recursos naturales fundamentales para la vida de millones de personas? ¿Es populista o pragmático? ¿Incluyente o conciliador? ¿Ese hermetismo comunicativo puede destruir la confianza popular y desgastar su carisma? Creería que sí. Si un gobernante, se aleja de la gente, toma distancia de las multiples situaciones de inequidad y no cuida la empatía, lo pierde todo. Aunque, el poeta francés, Alfred de Vigny, decía que el gobierno menos malo es el que menos obstentación hace, se hace menos sentir y resulta menos caro. Cosas de la vida.

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