King: el soldado que huyó al reino ermitaño

Richard Salazar

El mundo al revés. Mientras miles de norcoreanos arriesgan sus vidas para salir de su país a Corea del Sur -muchos no lo logran, si son descubiertos mueren de un disparo o terminan en un campo de concentración- el jueves pasado (20 de julio), Travis King, corrió desesperado, esquivó todos los controles en la frontera inter-coreana (el paralelo 38), conocida como la Zona Desmilitarizada -paradójicamente, una de las más militarizadas del mundo- y logró cruzar hacia el norte. Pero este joven soldado estadounidense no fue el primero. En 1965 el sargento Robert Jenkins cruzó al norte para evitar ser enviado a Vietnam, y se quedó enseñando inglés a soldados norcoreanos y participando en propagandas antiyanquis de Kim Il-sung (el abuelo del actual dictador). Poco antes, en 1962, otro soldado estadounidense cruzó para evitar una corte marcial. Sin embargo, hay grandes diferencias. En la década de 1960 el norte era la parte rica de la península y nadie se imaginaba siquiera que el sur estuviera por desarrollar uno de los más veloces casos de desarrollo industrial. También hay que recordar que entonces tanto el norte como el sur vivían cruentas dictaduras. Así que salir hacia el norte era ir a la parte más próspera e industrial, donde además los desertores norteamericanos tendrían privilegios, al haber traicionado nada más y nada menos que del enemigo emblemático de Corea del Norte, para refugiarse en el régimen Juche de Kim, en plena Guerra Fría.

Cuando comparamos este hecho con la historia de Songmi Park, una joven norcoreana que tuvo que esperar diez años hasta 2019, que su madre (que logró escapar cuando ella tenía solo 8 años) reuniera en Corea del Sur los US$ 20.400 necesarios, limpiando barcos para hacerlo posible, o el dramático cruce del soldado norcoreano que cruzó a toda velocidad al sur, en un jeep militar, siendo baleado por sus colegas luego de salir corriendo del carro para llegar agónico al lado sur, historias como la de Travis King resultan aún más inverosímiles. Pero el soldado de 23 años llevaba una buena racha de problemas. En Seúl pasó más de dos meses en la cárcel por cargos de agresión, al haber golpeado a un ciudadano coreano en un club y haber agredido a la policía cuando vino a arrestarle. Además, profirió patadas al carro policial por lo cual tuvo que pagar el equivalente a US$ 4.000. Cuando salió de la cárcel el 10 de julio sus superiores decidieron mandarle de regreso a EE.UU. El 20 de julio, estando en la sala de abordaje del aeropuerto de Incheon ya sin guardia que le escoltara, consiguió salir nuevamente, alegando que había olvidado su pasaporte. No se sabe cómo logró escabullirse en un grupo de turistas que iban a la Zona Desmilitarizada, donde, al final, hizo su espectacular cruce.

Corea del Norte no ha dicho ni una palabra. Es todo tan descabellado que, si pensáramos en términos conspirativos, hasta parecería que todo fue fríamente planificado, con la complicidad de algún régimen. Al fin y al cabo, pareciera que King hizo de todo para terminar en una cárcel del sur y después salir, no por el aeropuerto hacia su país, sino corriendo hacia una cárcel del norte. Si King fuera antropólogo, bien podría dedicarse a escribir una etnografía de las diferencias (o las semejanzas) de los presidios en ambas Coreas. Pero no le alcanza más que para haber generado el más reciente e inimaginable incidente entre EE.UU. y Corea del Norte, justo en medio de la retahíla de misiles que el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, estaba enviando hacia el Mar del Este. Este es un acontecimiento aún con pronóstico reservado.