Inteligentes útiles

Manuel Castro M.

Los responsables del conato de destitución del presidente Lasso y de la muerte cruzada que se convirtió en la panacea inevitable ante una Asamblea Nacional irrespetuosa de la ley, del derecho y la justicia, es la falta de formación política y ética de algunos asambleístas; otros tienen un pasado vergonzoso, por lo cual no se debería esperar nada noble, patriótico y razonable de ellos, como los correístas; igual de irresponsables son los asambleístas del Partido Social Cristiano quienes se han freído en su propio jugo al pactar y venderse a UNES, simplemente para derrocar un Presidente de su misma línea ideológica. Han traicionado, pues, la herencia de Camilo Ponce y de Febres Cordero, que pusieron en alto a este partido. Y su resurrección se ve muy difícil, sin líder visible, ante la satisfacción de sus adversarios políticos, algunos odiadores profesionales.

La Corte Constitucional en la que se tenía tantas esperanzas de verticalidad, sapiencia y patriotismo, también ha sido afectada por su ambigua participación al admitir el juicio político, en forma tímida, vacilante, cuando en lo jurídico reconoce la falta de fundamento constitucional de la acusación y su poca prolijidad, pero se entiende —lo que no es propio de un juez constitucional probo y valiente— que lo hizo por temor a una amenaza de un grupo seudo popular y por parecer ‘progresista’ que es el mal de los políticos, jueces y ciudadanos latinoamericanos, que permiten que la democracia se resienta, que los audaces y populistas se apoderen de los poderes. No creo en la ingenuidad de que al admitir el juicio por un supuesto peculado los asambleístas iban a proceder en derecho, con honestidad y justicia. Que se confirma y era evidente pues en pleno juicio ya tenían la decisión de que el Presidente “se va porque se va”, haciendo fisga de la retorcida resolución constitucional.

Lo que viene es duro para el país: elecciones de presidente, vicepresidente, asambleístas, debates, impugnaciones, elaboración de papeletas, tal vez segunda vuelta presidencial. Lo más grave: las mentiras, ofrecimientos, publicidades propias de una campaña electoral, de gentes resentidas, ambiciosas, con la sangre en el ojo. Al Gobierno toca gobernar sin demagogia, procurando el bien común, con un amplio abanico de colaboradores y esperar que recupere su cordura la Corte Constitucional.