Indetenible poder del narcotráfico

Manuel Castro M.

Existe alarma en el Ecuador por la inseguridad, sicariato, vacunas, asaltos. El Gobierno busca medios para hacerle frente al crimen organizado. Las soluciones extremas abundan: pena de muerte, endurecimiento de las penas, educar a los jóvenes (desde hace veinte años), empleos a granel. La observación más difundida:  es responsabilidad exclusiva del Gobierno garantizar la seguridad ciudadana, para lo cual debe contar con una Policía eficiente y dotada técnicamente, un presupuesto alto y, exagerando, casi un guardián para cada uno de los 18 millones de habitantes del Ecuador. Diagnósticos fáciles: sociedad injusta, gobernantes débiles. Soluciones: cada preguntado tiene una, entre indignado y conocedor. Los políticos aprovechan el ambiente de inseguridad para obtener provecho electoral. Nadie se atreve a decir como Somerset Maughan: “Sólo avanzada ya mi vida me di cuenta cuán fácil decir: ‘No lo sé’”.

En rigor, además que la pena de muerte es anticonstitucional, filosóficamente es una venganza arbitraria y cruel de la sociedad y prácticamente donde se la ha instaurado no han disminuido los delitos graves. Por ende, es descartable. La falta de empleo y de educación de los jóvenes pobres, faltos de educación y empleo, enrolados por la delincuencia organizada, que van por ese camino son ciertos en parte, pues no todos los jóvenes en tales circunstancias optan por ese ‘empleo’, como no todas las jóvenes con problemas económicos optan por la prostitución. “La gente no busca razones para hacer lo que quiere hacer; busca excusas” (Maugham)

El problema de la inseguridad es grave y al momento sin solución, máximo se lo puede atenuar. El altísimo índice de inseguridad es por el narcotráfico y su inmenso poder económico. Mientras exista tan ‘buen negocio’ es imposible erradicarlo. Es absurdo, como propone el populista Petro, negociar con la mafia, que jamás va a abandonar el tráfico y sus inmensas ganancias. En el Ecuador ingenuo mientras suceden los asaltos, vacunas, etc, los narcotraficantes, en sociedad con los delincuentes comunes, fabrican, reciben y exportan droga con la mayor tranquilidad. El cerrar nuestras fronteras, además de difícil y negativo, no es suficiente. Tal vez la legalización, pero debería ser de toda la región. Estamos tan divididos que esa solución se la ve lejana. No obstante, hay que tomar la iniciativa: “El principio es la mitad del todo” (Pitágoras)