Un paciente por su mismo estado de salud es un hombre dolido y digno de consideración, por tanto, merece no solamente que el médico valore sus afecciones físicas, sino que tenga humanidad para tratarlo con respeto y aun con afecto.
No cualquiera debe ser médico, no se trata solamente de diagnosticar y escribir una receta para que un enfermo se cure, se trata de atender y entender al paciente tratando de ponerse en su lugar, pues si a más de un acertado diagnóstico se tiene don de gente, que quiere decir bondad, podrá sanar doblemente y cumplir un papel noble y responsable.
No es correcto que un médico en el IESS, según una denuncia de un paciente con una enfermedad autoinmune que ha esperado media mañana por atención, se niegue a la misma porque no le suena el nombre del enfermo y, peor todavía, que le haga regresar, como un favor, para decirle que no le atenderá porque no encuentra su nombre, en un acto de absoluta negligencia, solamente por no haberse tomado la molestia de leer al inicio de la lista el nombre de ese afiliado.
¿Qué se suponen los profesionales que actúan así, una especie de filántropos cuyo sueldo les llega gracias a los aportes de esos enfermos que demandan de su gestión profesional?
Tampoco es bueno que para explicarle lo que le aqueja al paciente le grite, o le humille haciéndole leer en voz alta, como maestro de escuela de pueblo olvidado, cómo debe tomar una medicación o a cuánto ha subido su nivel de hematocrito, advirtiéndole que se va a postrar o se va a morir. No es bueno ser como ese médico del IESS que atendió al paciente cuya voz, replicada aquí, puede ser la de muchos otros enfermos que por su condición tengan que soportar una atención tan miserable.
Ojalá este texto le llegue a ese profesional victimario, mal encarado, aburrido y de mala conducta, que desdice de su profesión, y ojalá los galenos que lean estas reflexiones hagan un mea culpa de sus actuaciones y se comprometan seriamente con sus congéneres a servirles como merecen, por su calidad de seres humanos, pensando además que no siempre serán médicos, más tarde que temprano serán ellos también pacientes y tal vez sea demasiado tarde para enmendar.
Hay que vigilar a los médicos que actúan descomedida e indolentemente, por el bienestar de todos sus pacientes.