Frente al sicariato

Franklin Barriga López

La incidencia de los sicarios en nuestro medio aumenta. No es para menos si hace pocos días acribillaron a Fernando Villavicencio, candidato presidencial y al alcalde de Manta, Agustín Intriago, entre otros crímenes de esta misma naturaleza.

Se menciona en la historia antigua a sica, un puñal o pequeña espada que se utilizaba para perpetrar asesinatos políticos. Julio César, el emperador que desfiló en las calles romanas con manto bordado en oro, en impresionante cuadriga seguida de carros repletos del botín conseguido en cuatro guerras en que este célebre personaje salió victorioso, aproximadamente dos años después en el Senado, el 15 de marzo del año 44 a. C., fue víctima de esta arma mortífera, por cuanto era muy afilada, fácil de llevar y esconder, terminada en curva, como una cimitarra reducida, que portaban quienes le dieron muerte al pie de la estatua de Pompeyo, al que venció en Farsalia. Ciertos gladiadores la ocultaban dentro del escudo para sorprender a sus contrincantes con golpes certeros e imprevistos.

De sica proviene el término sicariato, que llevan a efecto los sicarios conocidos por lo anotado como hombres daga. En estos tiempos, quienes matan por encargo y  una paga emplean armas de fuego.

El sicariato, actualmente, es un fenómeno latente y estremecedor en el que es primordial llegar a descubrir a los autores intelectuales del delito, a los que contratan estas  acciones execrables.

En los barrios marginales, la criminalidad para sus fines recluta a personas carentes de recursos económicos, educación y posibilidades de surgir, por ello el Gobierno colombiano, a un costo de 1.2 billones de pesos, piensa poner en marcha su programa Jóvenes en Paz para cobijar a cien mil beneficiados con mensualidades, lo que  facilitaría abrir puertas a sectores vulnerables para una vida digna y no caer en los ámbitos del sicariato.