Gobernar sobre antinomias

Fabián Cueva Jiménez

Antinomia es una palabra que la hemos escuchado, no la utilizamos en el lenguaje diario, pero conociendo que es sinónimo de contradicción entendemos su significado. En todas las épocas y espacios humanos ha habido, pero ahora, por lo que estamos experimentando, es una época de las más grandes. El gran edificio de la convivencia está agrietado, fisuras múltiples, distintas y peligrosas, con pérdida paulatina de la armonía en personas, comunidad y naturaleza.

Los acuerdos humanos para restaurar esa estructura sólida denominada ‘bien común’ no existen o son muy débiles, razón por la que a los gobiernos les corresponde dirigir acciones de remediación. Entonces, tomando como ciertas las palabras de Felipe González, expresidente de España: “la política es el arte de gobernar un espacio compartido y lleno de contradicciones”, nos corresponde superar esas contradicciones, empezando por eliminar desigualdades.

Siempre pensamos que es desde la educación, pilar fundamental del desarrollo y crecimiento de los pueblos, debe iniciarse una nueva etapa, primero resolviendo sus propias contradicciones. Se educa para: ¿El desarrollo individual o para un crecimiento global de la sociedad? ¿Incorporar a las personas a la cultura tradicional o a emprender en nuevos campos y otros escenarios? ¿Lograr exclusivamente calificaciones o establecer el crecimiento individual en muchos aspectos? ¿Llenar procesos rutinarios para cumplir normas o ejecutar comportamientos de verdadera utilidad?

Pero, también ocuparse de particulares incoherencias como la siguiente, dignas de ser tomadas por los nuevos gobernantes.

Dentro del pénsum de estudios, desde 2017 se enseña a alumnos del bachillerato desde un ‘módulo’ denominado “Emprendimiento y Gestión”, su propósito:  incentivar el espíritu emprendedor en todas las actividades del futuro bachiller: económicas, artísticas, culturales, deportivas, religiosas, políticas, mediante el desarrollo de una estructura mental para que los beneficios personales se trasladen también a favorecer a la familia y la comunidad.

Dice que la idea es formar un “nuevo ciudadano”: audaz, apasionado, resiliente, comunicativo, observador, abierto, ético, equitativo, justo, crítico, sensible, solidario, todo a través de la educación financiera, con herramientas básicas de nuevos conocimientos, comportamientos y actitudes en: cálculo de intereses, ahorro, inversión, presupuestos, gastos.

 Pero, la contraparte formadora de la antinomia es analizar también la realidad ecuatoriana en la que: hay una población numerosa sumida en la pobreza, muchos jóvenes no estudian ni trabajan y si lo hacen es para que sus familias sobrevivan, hay hambre y desnutrición y la educación básica es paupérrima.

La educación financiera puede ser vista desde una óptica de esperanza, pero se debe priorizar: reforzamiento de la educación básica, desarrollo de competencias lectoras y numéricas, especificando áreas geográficas, rangos de edad, género, nivel de educación. Y esto, porque en el diagnóstico levantado nos encontramos con un puntaje bajo (12/21) uno de los últimos en América Latina y el Caribe, pese a iniciativas que comenzaron hace algunos años en instituciones estatales, privadas, incluido el Ministerio de Educación.

¡Qué difícil debe ser gobernar sobre antinomias, luchar porque la ley dialéctica de los contrarios excluya y a la vez condicione tantos aspectos! Pero, se imponen compromisos, ojalá lo hagan.