Enfermedades de la civilización

Rodrigo Contero Peñafiel

La hipocondría, denominada también ‘trastorno de ansiedad’, se caracteriza por un elevado nivel de miedo, preocupación y ansiedad ante la creencia de estar padeciendo una enfermedad clínica grave o por la posibilidad de estar contrayéndola. Esta creencia puede provenir de la percepción de pequeñas alteraciones o sensaciones que muchas personas sienten cuando adquieren la responsabilidad de dirigir determinados grupos en la sociedad.

La tensión psíquica continua y los trastornos funcionales a que están sometidas muchas personas suman, con el tiempo, alteraciones orgánicas del aparato vascular. El progreso técnico, la responsabilidad y la negativa a participar en la corrupción organizada, tensionan el sistema nervioso central de quienes están sometidos a condiciones de vida estresantes. Dostoievski dice: “El hombre es el ser que se acostumbra a todo”; por tanto, existe la esperanza de adaptación a un sistema de vida adecuado con normas y principios, de forma civilizada.

El progreso científico-técnico de la medicina ha determinado que la esperanza de vida de las personas sea mayor, por tanto, las enfermedades de la vejez son mayores y variadas. Las estadísticas demuestran que la medicina ha logrado éxitos sin precedentes en la lucha contra las enfermedades infecciosas como la tuberculosis o la COVID-19. Sin embargo, las enfermedades y muertes se han incrementado por una mala alimentación, los accidentes de tránsito o la delincuencia.

Es posible evitar emociones desenfrenadas cuando se lleva una vida moderada, con una alimentación adecuada y un esfuerzo físico y psíquico equilibrados, sin preocupaciones de hechos o actividades que van contra las leyes y costumbres del buen vivir. Las formas de vida degeneradas siempre provocarán estrés, quienes escogen vivir con comodidades, dinero mal habido o provocando tensión en sus dirigidos, siempre tendrán la tensión de la sociedad y el medio ambiente. Quienes se ven presionados a desarrollar actividades ilícitas o que no son de su agrado también sufren las consecuencias del estrés emocional. Siempre se tropieza en la vida con una u otra piedra, pero queda la esperanza de no tropezar más.