¡Buenos días, señor Presidente!

Emilio Palacio

Quise escribirle en un tono más bien personal porque creo que usted proclamó una verdad del tamaño del Chimborazo cuando anunció que el voto popular del domingo pasado había sido una victoria por goleada para su gobierno.

Es una pena que haya colegas que todavía pongan en duda verdades tan evidentes. Yo les recomendaría a los colegas que discuten si hubo “empate” en la consulta (y otras boberías parecidas) que regresen a ver la cara de amargado que puso el jefe de los derrotados cuando anunció su supuesta “victoria”. Ese rostro demacrado demostró que al prófugo de la justicia, la consulta popular le dolió más que la introducción de un supositorio de honestidad pantagruélico.

Pero al César lo que es del César, señor Presidente. Así como yo reconozco que su orgullo personal por este triunfo es perfectamente legítimo, usted coincidirá conmigo en que las Fuerzas Armadas y la Fiscal General estuvieron entre los principales artífices de esa victoria del domingo pasado, porque pusieron en riesgo su vida para demostrarle al pueblo, con hechos y no con palabras, que las iniciativas sobre seguridad propuestas en la consulta merecían el respaldo del ciudadano de la calle.

Ese logro de las Fuerzas Armadas y de la Fiscal General le deja a usted una obligación similar: la de no permitir que a nuestro equipo (que usted dirige) le arrebaten la pelota; la de ir más allá de las palabras y seguir metiendo goles, una y otra vez, hasta derrotar a las mafias, ya no por goleada sino por knockout físico, con el enemigo arrastrándose por el piso, logrando para eso su reelección en la primera vuelta.

Pero con todo respeto, señor Presidente, eso no lo vamos a conseguir con chistes de mal gusto, ni cargándosele innecesariamente a “enemigos” que no existen (como Construye) o que son de menor cuantía (como su vicepresidenta), sino con medidas de verdad contundentes que demuestren con hechos por qué fue tan importante que lo apoyemos en la consulta popular.

Una primera acción sería iniciar negociaciones diplomáticas para que las autoridades norteamericanas soliciten la extradición de Jorge Glas, el principal cómplice de Carlos Pólit. Sería inconcebible que los fiscales y jueces de Estados Unidos cierren los ojos ante las evidencias y testimonios que se presentaron en el juicio que concluyó la semana pasada, y que demostraron hasta la saciedad que los crímenes que se cometieron desde la Contraloría ecuatoriana no tuvieron un jefe sino tres. Si algo se demostró en Miami fue que Pólit no actuó sólo sino en abierta complicidad con el prófugo de Bélgica y con Jorge Glas.

Si usted lo consigue, y la justicia norteamericana solicita la extradición de uno de los mayores delincuentes que haya pisado nuestra tierra, sólo por eso, a pesar de su juventud, usted se habrá asegurado un lugar en la historia de nuestro maltratado país.

Junto con eso me permito recomendarle que busque el asesoramiento de prominentes juristas que le propongan reformas legales para prorrogar la permanencia de Diana Salazar en la Fiscalía General, o mejor aun, su reelección, porque todavía queda mucho por hacer en esa institución, y no creo que que hoy en día exista un solo ecuatoriano decente que se atreva a decir “Yo puedo reemplazar a Diana Salazar” sin sonrojarse de vergüenza.

Por supuesto que más adelante tendremos muchos candidatos con los méritos necesarios, pero por ahora sólo nos queda la opción que cientos de ecuatorianos reclamaron en las calles en las últimas semanas: prorrogar la permanencia de esa valiente mujer en una trinchera tan difícil.

NDLR: Desde el día de hoy se incorpora a las páginas de Diario LA HORA el periodista de opinión Emilio Palacio.

Hace doce años Emilio Palacio debió acogerse al asilo político en Estados Unidos para evitar la persecución del expresidente Rafael Correa, pero en la actualidad se encuentra en proceso de retornar a nuestro país.

La columna de Palacio se publicará todos los domingos bajo el título “¡Buenos días, señor Presidente!”, rememorando la columna que por algunos años publicó el periodista guayaquileño Edargo (Eduardo Arosemena Gómez) durante la pasada dictadura militar.