El reino de la mentira

carlos-freile-columnista-diario-la-hora

Hace pocos días, en un conocido diario nacional, un articulista sugería con palabras muy claras que el gobierno nacional había infiltrado delincuentes en las protestas indígenas, con el fin evidente de desprestigiar al movimiento popular. Ya desde octubre-2019 los dirigentes de los paros se escudan en la afirmación general de que todos los desmanes y delitos cometidos en esas asonadas han sido protagonizadas por infiltrados.

Sin embargo, nadie aporta pruebas de eso. En una sociedad más o menos sana, cuando se acusa a alguien de una violación de la ley o de un acto reñido con la buena convivencia pública se presentan pruebas: quienes sostienen la presencia de infiltrados habrían podido en los momentos mismos de las marchas violentas haber identificado a los intrusos, haberlos separado de los grupos propios, publicado sus fotos, su filiación (de ser posible) y entregado, si no a la fuerza pública, sí a los organismos de derechos humanos.

Nunca se ha identificado a un infiltrado; pero la mentira se repite una y otra vez. Si observamos con cuidado todo el ámbito político constataremos la presencia masiva de la mentira: mienten en la Asamblea para expulsar a alguien de un cargo, mienten los candidatos a ciertas dignidades, los de aquí calumnian a los de allá con todo desparpajo. Mienten unos y mienten otros. Y si nos salimos de las fronteras de nuestra política, constatamos un océano de falsedades a lo largo y ancho del Mundo: sobre el cambio climático, la guerra de Ucrania, el Covid y así. Se miente por todos los medios; cualquier desvergonzado sienta cátedra sobre el presente, al pasado y el porvenir.

Dentro de poco entraremos en período de campaña electoral, las promesas mentirosas estarán a la orden del día, y los políticos sin ninguna vergüenza ofrecerán el oro y el moro, decididos a no cumplir nada.

Dicen que un conocido escritor maligno enseñaba: “Miente, miente, que algo queda”; sus minúsculos discípulos han aprendido muy bien la lección, para ellos el fin justifica los medios, total, no creen en el infierno, tontería de viejas beatas.